miércoles, 30 de enero de 2008

LEÓN FELIPE.

España no eres tú,
el de las harcas blancas,
ni tú,
el de los clanes rojos.
España es el hacha.
Y el hacha es la que gana.
Esta vez pierden todos, caballero.
(-Me esconderé en el portalón
detrás de la columna
y apostaré despuéscuando la bola haya salido).
Esta vez pierden todos, caballero:
el que se esconde
y el que huye;
los jugadores de ventaja,
el tramposo,
el garitero
y el matón...
Y el hacha es la que gana.
Cobraremos todos en arena,
todos, hasta los muertos,
que esperan bajo tierra
la gloria y el rosal.
Esta vez pierden todos.
Obispos buhoneros,
volved las baratijas a su sitio:
los ídolos al polvo
y la esperanza al mar.

León Felipe (Zamora, 1884-México, 1968)

domingo, 27 de enero de 2008

CONTRA JAIME GIL DE BIEDMA.

De qué sirve, quisiera yo saber, cambiar de piso,
dejar atrás un sótano más negro
que mi reputación —y ya es decir—,
poner visillos blancos
y tomar criada,
renunciar a la vida de bohemio,
si vienes luego tú, pelmazo,
embarazoso huésped, memo vestido con mis trajes,
zángano de colmena, inútil, cacaseno,
con tus manos lavadas,
a comer en mi plato y a ensuciar la casa?

Te acompañan las barras de los bares
últimos de la noche, los chulos, las floristas,
las calles muertas de la madrugada
y los ascensores de luz amarilla
cuando llegas, borracho,
y te paras a verte en el espejo
la cara destruida,
con ojos todavía violentos
que no quieres cerrar. Y si te increpo,
te ríes, me recuerdas el pasado
y dices que envejezco.

Podría recordarte que ya no tienes gracia.
Que tu estilo casual y que tu desenfado
resultan truculentos
cuando se tienen más de treinta años,
y que tu encantadora
sonrisa de muchacho soñoliento
—seguro de gustar— es un resto penoso,
un intento patético.
Mientras que tú me miras con tus ojos
de verdadero huérfano, y me lloras
y me prometes ya no hacerlo.

Si no fueses tan puta!
Y si yo supiese, hace ya tiempo,
que tú eres fuerte cuando yo soy débil
y que eres débil cuando me enfurezco...
De tus regresos guardo una impresión confusa
de pánico, de pena y descontento,
y la desesperanza
y la impaciencia y el resentimiento
de volver a sufrir, otra vez más,
la humillación imperdonable
de la excesiva intimidad.

A duras penas te llevaré a la cama,
como quien va al infierno
para dormir contigo.
Muriendo a cada paso de impotencia,
tropezando con muebles
a tientas, cruzaremos el piso
torpemente abrazados, vacilando
de alcohol y de sollozos reprimidos.
Oh innoble servidumbre de amar seres humanos,
y la más innoble
que es amarse a sí mismo!

Jaime Gil de Biedma (Barcelona, 1929-1990)

sábado, 26 de enero de 2008

FERLOSIO.

"El escritor Rafael Sánchez Ferlosio es el hombre que más sabe de cosas que no interesan a nadie, nunca lee los libros que están de moda, vive solo, odia la literatura, puede vestir con suma elegancia un traje ajado, la camisa arrugada, la corbata torcida, y al verlo caminar así por la calle con babuchas y una garrota nadie podrá decir que no es un gran caballero. Estar loco no significa haber perdido la razón, sino haberse quedado a solas con la propia sabiduría. En cualquier debate banal de sobremesa, él utiliza argumentos de Tito Livio; si se habla de política actual, Ferlosio cuenta percances parecidos que le sucedieron a un Dux de Venecia; en caso de conflicto bélico, lo solventa siguiendo la estrategia de Alcibíades. Cuando discutes con él, enseguida se adentra en un laberinto de textos clásicos o de documentos medievales, y a través de ellos lo pierdes de vista de modo que, habiéndote dejado a este lado de la ignorancia, no hay más remedio que darle la razón aunque sea de lejos con la mano. Estar loco no es sino decir verdades sencillas con sentido común que suenan de forma explosiva en medio de un mundo de idiotas. De la anfetamina, Ferlosio pasó a los somníferos, y de éstos al germen de trigo. Ha experimentado la soledad hasta convivir en el mismo piso con las ratas, que de monólogo interior son las que más entienden, y mientras los platos sucios se iban apilando en la cocina también crecían montones de páginas dedicadas al estudio del infinitivo, meditaciones sobre viajes de Clavijo a Tamerlán, soluciones logísticas a la guerra del Peloponeso, hasta que tuvo que rescatarlo una noche Javier Pradera antes de que entraran con la fumigadora las brigadas del Ayuntamiento, las cuales también encontraron, además de cucarachas, baúles repletos de cartografías de una civilización paralela que Ferlosio está creando. Tiene una mirada entre desvalida e inquisitiva. El dolor de la vida lo ha dejado elegante, cansado, tímido, esquivo con los imbéciles, sabio y tierno con los amigos. Totalmente verdadero."

Manuel Vicent, El País, 10 de mayo de 1992.

DONDE HABITE EL OLVIDO.

Donde habite el olvido,
En los vastos jardines sin aurora;
Donde yo sólo sea
Memoria de una piedra sepultada entre ortigas
Sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.

Donde mi nombre deje
Al cuerpo que designa en brazos de los siglos,
Donde el deseo no exista.

En esa gran región donde el amor, ángel terrible,
No esconda como acero
En mi pecho su ala,
Sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento.

Allá donde termine este afán que exige un dueño a imagen suya,
Sometiendo a otra vida su vida,
Sin más horizonte que otros ojos frente a frente.

Donde penas y dichas no sean más que nombres,
Cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo;
Donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,
Disuelto en niebla, ausencia,
Ausencia leve como carne de niño.

Allá, allá lejos;
Donde habite el olvido.


Luis Cernuda (Sevilla, 1902-México, 1963)

viernes, 25 de enero de 2008

CÍRCULO LINGÜÍSTICO DE SALAMANCA.


El hecho central con el que tiene que enfrentarse una teoría lingüística es el siguiente: un hablante maduro puede producir frases nuevas de su lengua nunca antes oídas y puede entender frases que también son nuevas para él. Asimismo nuestro hablante maduro es capaz de identificar las oraciones derivadas o de darles una interpretación. Este aspecto creativo del lenguaje es su característica esencial.
[...]
El lenguaje es considerado a través de las relaciones entre las unidades lingüísticas. Las unidades lingüísticas no son los sonidos o los significados, sino sus relaciones. Estas relaciones constituyen el sistema de una lengua y este sistema interno constituye el objetivo esencial para el estudio del lenguaje.
[...]
El lenguaje es, ante todo, sintaxis, operaciones posibles de los individuos para componer y ensartar, "capacidad de generar oraciones", en palabras de Chomsky. Y es en la construcción de oraciones en donde el hablante se comporta como sujeto operatorio y no puede ser eliminado del campo lingüístico. La acción del sujeto gnoseológico impide considerar al lenguaje como un conjunto finito y cerrado de elementos -las palabras- y establecer una relación unívoca entre éstos y los pensamientos o las cosas.

Fragmento del estudio inédito del Círculo Lingüístico de Salamanca.
Palacio de Anaya, 2002.

LECTURA RECOMENDADA (VIII)

"Los intereses en común pueden producir situaciones humanas que se parecen a la amistad. También la soledad hace que las personas se refugien en relaciones más íntimas: al final se arrepienten, aunque al principio crean que esa intimidad es ya una forma de amistad. Claro, todo esto no tiene nada que ver con la verdadera amistad. Uno está convencido[...]de que la amistad es un servicio. Al igual que el enamorado, el amigo no espera ninguna recompensa por sus sentimientos. No espera ningún galardón, no idealiza a la persona que ha escogido como amiga, ya que conoce sus defectos y la acepta así, con todas sus consecuencias."
Sándor Márai.

VLADIMIR ILICH ULIANOV.


A finales de 1887, habiendo terminado con brillantez el gimnasium, Vladimir Ulianov ingresó en la Universidad de Kazan, ciudad también situada a orillas del Volga. Era una época en que muchos hombres progresistas de Rusia -la juventud sobre todo- veneraban la memoria de los miembros de la Voluntad del Pueblo y protestaban contra las arbitrariedades del zarismo.
En el otoño de aquel año en todas las universidades del país se registraron disturbios. Los estudiantes exigían que los jefes suprimieran la vigilancia que sobre ellos realizaban inspectores pagados y que les devolviesen a los profesores despedidos en los años anteriores por sus concepciones progresistas.
A comienzos de diciembre, Kazan también se vio envuelta en este movimiento. Los estudiantes convocaron un mitin, en el cual, además de las dos exigencias antedichas, plantearon otras que rebasaban el marco de la vida universitaria interna.
Al marcharse del mitin, muchos devolvieron sus carnets de estudiantes: Vladimir Ulianov era uno de ellos. Esa misma noche él y muchos de sus compañeros fueron detenidos.
Pasados largos años, Lenin charlando con Vladimir Adoratski, historiador soviético, quien en su tiempo había cursado los estudios en la universidad de Kazan, evocó su conversación con el comisario de policía que le transportara a la cárcel: Vladimir Ilich reprodujo esa conversación con tanta viveza que se me grabó en la memoria. Seguramente al comisario, que juzgaba por la apariencia del joven estudiante de 17 años de edad, le pareció que éste se había metido en el lío por casualidad, sucumbiendo a la ‘mala influencia’ de los compañeros. Y le dijo:
— ¿Por qué alborota, joven? ¡Si ante usted se alza un muro!
La respuesta que recibió fue inesperada:
— Un muro, sí, pero podrido. Basta darle un empujón para que se derrumbe.
El 7 de diciembre de 1887 Vladimir Ulianov, expulsado de la Universidad, fue deportado a la aldea de Kokushkino, a 40 kilómetros de Kazan, donde viviría bajo la vigilancia dispuesta por la policía y de donde ésta fue informada que el vigilado recibía con regularidad libros, revistas y periódicos... El propio Lenin recordaría más tarde: Creo que nunca en mi vida... he leído tanto como el año que estuve deportado de Kazan. Era una lectura apasionada, desde el amanecer hasta muy entrada la noche.
¿Qué leía? En primer término, los cursos universitarios, ya que no dejaba la idea de realizar estudios superiores. Luego, los periódicos y las revistas sociopolíticas y de literatura, porque encontrándose en una aldea remota creía muy necesario estar informado de los acontecimientos políticos.
En el otoño de 1888 llegó el permiso de regresar a Kazan. Pero Vladimir no pudo volver a las aulas universitarias. Un empleado de la circunscripción docente de Kazan había comunicado al Ministerio de Instrucción Pública que teniendo descollantes capacidades y muy buenos conocimientos, no puede considerarse leal en el aspecto moral y político. El fallo del ministro fue el siguiente: ¿No será el hermano de aquel Ulianov? ¿También es del gimnasium de Simbirsk?... No admitirlo de ninguna manera.
Pero nadie, ni nada, pudo frenar su deseo de recibir la educación. Horas enteras pasaba leyendo.
Comenzó a estudiar el primer tomo de "El Capital" de Marx. Los fundamentos de la teoría del comunismo científico expuestos en esta obra ofrecieron a Vladimir Ulianov nuevos horizontes. Emanaba de él una fe valerosa que contagiaba a sus interlocutores -evocaría más tarde su hermana mayor Ana-. Ya entonces él sabía ser persuasivo y entusiasmar con sus palabras. Ya entonces no dejaba de compartir con los demás lo que iba conociendo, no dejaba de reclutar partidarios al ir abriendo nuevos caminos. Pronto halló en Kazan tales partidarios, los jóvenes que también estudiaban el marxismo y tenían ánimos revolucionarios.
Todo esto no pasó inadvertido para la madre. Pero pese a que los temores por el destino de otro hijo asediaban a María Alexandrovna, ella no se metió en camisa de once varas, porque creía imposible impedir a sus hijos construir su futuro según sus convicciones.
En aquel período el marxismo estaba todavía poco difundido en Rusia. Las más arraigadas seguían siendo las ideas de los populistas, llamados así porque recorrían las aldeas haciendo propaganda en el seno del pueblo para alzar a los campesinos a una sublevación contra el zar. Los populistas estimaban que como el campesinado constituía la inmensa mayoría del pueblo, luchar contra la autocracia debía ser una causa campesina. Estaban seguros de que Rusia jamás se industrializaría y hacían caso omiso de que en el país había, arraigado ya los brotes del capitalismo: el tendido de ferrocarriles alcanzó proporciones inusitadas, y requería cada vez más combustible, metal para rieles, locomotoras y vagones, para lo cual era necesario extraer carbón, fundir acero, construir máquinas. ¿Con las manos de quién? Con las de la clase obrera incipiente: los campesinos de ayer trasladados del campo a las ciudades.
En resumen, las teorías de los populistas estaban irremisiblemente obsoletas.
Pero para demostrarlo era necesario estudiar escrupulosamente no sólo la teoría de Marx y Engels, sino también todas las estadísticas nacionales, cuyas cifras ofrecían el panorama del desarrollo de la agricultura y la industria en Rusia. Fue la obra que acometió Vladimir Ulianov a los 19 años de edad.
Las estadísticas atestiguaban de modo irrefutable que las relaciones capitalistas prendían cada vez más no sólo en la ciudad, sino también en el campo, donde surgían grandes haciendas con numerosos obreros asalariados, y el campesinado se estratificaba más y más, quedando por un lado los ricos (los kulaks) y por otro los pobres, desposeídos de tierra (los jornaleros).
Pero las cifras no le bastaban al joven Ulianov, que aspiraba a informarse cuanto más de la vida campesina en Rusia. En aquel entonces se reunía y conversaba muchas veces con los campesinos.
Los resultados de sus investigaciones y sus impresiones inmediatas las exponía en los informes escritos que presentaba en los círculos de la juventud revolucionaria, así como cuando charlaba con los viejos revolucionarios populistas. Vladimir Ulianov no sólo rebatía las concepciones de estos últimos, también sabía tomar todo lo valioso que poseían: los hábitos revolucionarios y las experiencias acumuladas durante la años de labor clandestina.
En 1892 Ulianov organizó en Samara el primer círculo marxista de esta ciudad. A1 hacer una activa propaganda al marxismo, sus miembros entablaron contactos con los marxistas de otras ciudades de la cueca del Volga. Pero esto era ya poco para Ulianov. Como en aquella zona casi no había industria y, por consiguiente, obreros, él aspiraba a trasladarse a San Petersburgo, a la sazón capital del país, una ciudad con un millón de habitantes, una parte considerable de los cuales era el proletariado industrial.
Vladimir había visitado ya la capital dos años antes: habiendo obtenido, por fin, la autorización oficial, rindió brillantemente los exámenes del curso universitario completo de Derecho.
En el otoño de 1893 se mudó a San Petersburgo.

jueves, 24 de enero de 2008

COMUNA ANTINACIONALISTA ZAMORANA.


«Se declara fundada por el presente manifiesto la Comuna Antinacionalista Zamorana (CAZ), que proclama como su función esencial combatir de hecho y de palabra (y tanto mejor si los hechos y las palabras tienen a confundirse) por la desaparición del Estado Español y del Estado en general (entidades ambas suficientemente definidas en su realidad abstracta y administrativa) y por la liberación de la ciudad y comarca de Zamora…»
El primer punto de la CAZ se nos presenta así, y al leerlo, cualquier profano en la materia puede pensar que ello es cosa de locos o de utópicos o, lo más seguro, ver en ello algo divertido. Pero no. Ni es locura, ni utopía, ni cachondeo.
Baste para comprobarlo mirar la desconocida historia de Zamora para ver la lucha que éste mi pueblo ha mantenido siempre contra la realidad abstracta del Estado. Así como otros pueblos extranjeros de esta península (hoy y aún España y Portugal), buscan en su antigüedad sus raíces nacionalistas, sólo podemos ver en el pueblo zamorano la persistencia del genio antiestatal a lo largo de los siglos.
El primer ejemplo nos lo ofrece Viriato, el guerrillero lusitano. Cierto es que entonces no se podía hablar de estado o nación en el sentido moderno, pero sí de algo tan parecido (peor diría yo) como el Imperio. También algún reticente y sesudo intelectual podría objetar que no está comprobado que Zamora fuese la cuna de este héroe, sino la zona fronteriza de lo que se conviene en llamar Portugal. Pero este hecho carece de importancia por dos cuestiones: primera, la identificación total, familiar incluso, de las gentes que habitan de uno y otro lado de esa línea ficticia que el Estado quiere mantener, pero que no logra separarnos ―yo, por ser de de allí, puedo asegurar que todos formamos una gran familia por encima de la definición de españoles (?) o portugueses (?)—, y segunda, que el hecho importante es que «durante los casi tres últimos siglos por lo menos, Zamora ha considerado a Viriato como cosa suya, le ha hecho casi su héroe popular, y la única estatua de cuerpo entero que la ciudad tienen erigida es la suya» (esto era cierto en el momento de la redacción del Manifiesto). De Viriato, primera manifestación antiestatal, toma la CAZ la enseña que la tradición presenta: nueve tiras de tela, bermejas todas menos la primera, que era verde. Pero no son las nueve franjas, a modo de lo que conocemos como bandera, lo que se toma, sino su significado: Viriato formó su enseña con jirones de estandartes romanos de las legiones derrotadas. Todo un símbolo.
Pero esto no es todo. También nuestra historia nos ofrece pronunciamientos antiestatales (y antinacionalistas) de carácter revolucionario. De entre todos ellos destaca uno en especial que se constituye en el punto de arranque. Fue en el año 1158. Era Zamora entonces ciudad grande y floreciente, con abundante población de menestrales y mercaderes y pujanza en sus industrias y gremios. El poder gubernamental era llevado por gentes de la nobleza, generalmente extranjera, de amplios privilegios, uno de los cuales era que de las mercaderías que cada día salieran a la plaza del mercado, tenían ellos la primera opción de compra, «y sólo de lo que ellos no hubieran adquirido podían abastecerse los plebeyos».
Así ocurrió que, habiendo pasado la hora de compra de los nobles, un maestro zapatero pretendía llevarse una trucha que ya tenía acordada, pero viéndola el criado del regidor, pretende adquirirla para la mesa de su dueño. Este abuso de poder desencadena una gran batalla en el mercado… tras la cual queda la trucha en manos del zapatero. Esa misma tarde, ante la afrenta y menoscabo de su poder, se reúnen los nobles en la iglesia de Santa María la Nueva para organizar la represión y castigo de los plebeyos. Mas éstos no esperan a que el concilio se levante y armados con sus útiles de trabajo, cercan a la nobleza dentro de la iglesia y le prenden fuego. Pereció achicharrada toda la nobleza, o casi, ya que cuenta la leyenda que el más alto de la clase (o sea, las hostias consagradas) escaparon volando del copón para irse a refugiar en otra iglesia, quizá más popular. Los rebeldes, para rematar su gran obra, prendieron fuego a la casa del regidor y, cómo no, abrieron las puertas de la cárcel (véase pues que la toma de la Bastilla no fue una novedad).
Pasada la resaca de la rebeldía y encarándose al día siguiente con la realidad, los zamoranos no esperaron la reacción del poder central, y formando una caravana de siete mil personas, tomaron las de Portugal. Acto seguido mandaron recado al rey exigiéndole la promesa de declarar perdonado y libre de toda culpa al pueblo de Zamora y, asimismo, de librarles de la opresión de los señores, ya que si no pasarían a establecerse en Portugal, dejando así al monarca sin unos impuestos sustanciosos («¿De qué le sirve al rey una Zamora sin zamoranos?», decía la carta). Los zamoranos preferían la libertad a la tierra, y ante tales argumentos el rey tuvo que ceder. Quizá el monarca se acordó de que, algunos años antes, Zamora fue la última en doblegarse a la unidad castellana y que fue allí también donde se le dio muerte al rey Sancho. En efecto, el rey Fernando I había unificado bajo su cetro los campos de León, Galicia Y Castilla, pero en un acto de arrepentimiento que le honra, decidió repartir su reino entre sus hijos. Su hijo Sancho, de quien dependía Castilla, arrebató pronto a sus hermanos los demás territorios, salvo Zamora a doña Urraca, que fortalecida por la decisión de los zamoranos, mantenía la independencia oponiéndose con todas sus armas a la unificación. Varios meses de cerco no doblegaron su decisión. Y un día, el caballero Bellido Dolfos se presentó en el campamento del rey, engañándole con la promesa de entregarle la plaza, le llevó a un lugar apartado donde, por la espalda y con el propio venablo del rey, le dio muerte. Nótese que el monarca estaba haciendo de vientre, como queriéndonos avisar, con un ejemplo práctico y contundente, que «la reducción de todas las ideologías sustentadoras del Estado a la fétida verdad de sus mentiras, es lo único que puede permitir al brazo rebelde asestarle el golpe mortal que lo haga desvanecerse». El traidor fue perseguido por el Cid, pero como decíamos por allá, Zamora le dio al Cid con la puerta en la nariz.
Como se ve, Zamora está llamada a ser revolucionaria por lo mismo que antinacional y viceversa, porque aparte de la historia grande que he antepuesto, existen otras recientes que no constan en los libros y que demuestran lo antiestatal de este pueblo.
Pero dejemos ya la historia y miremos lo que es ahora Zamora, incluida hoy en esa abstracción llamada España y reducida a la triste condición de provincia, esa institución odiosa de la administración centralizada que sigue conteniendo la alusión al vencimiento y sumisión, como en tiempos del Imperio. Porque esa reducción a la abstracción de provincia le mata la posibilidad de ser otra cosa de lo que es, asfixiando las posibilidades de vida del pueblo, alejado de sus realidades concretas por el Orden.

¿Qué debe Zamora al Estado? Nada. ¿Qué le tributa el pueblo zamorano a la nación? Todo, empezando por la muerte de las posibilidades de ser otra cosa de lo que es. Las gentes de la comarca han ido aprendiendo los aterradores vocablos de «servicio militar», «contribuciones», «Estado», y otros tantos, como únicos verdaderos nombres de la realidad, sin ver en ello ningún beneficio.
La mocedad de los pueblos ha tenido que buscar su pan en el extranjero, en los suburbios de Bilbao o Barcelona, o en tierras frías de lengua extraña, volviendo idiotizados por los conceptos de nivel de vida y de progreso que el Orden esparce por todos los ámbitos del mundo con idéntica estupidez., y habiendo sido muerta en ellos la delicadeza nativa que sólo posee un lugareño con conciencia de tal. Y hablando de lugareños, ha habido pueblos enteros «trasladados» a otras tierras por la creación de embalses hidroeléctricos, que benefician a tierras extranjeras del Norte. Los campesinos y las calles de Zamora se ven atravesados por una red de carreteras, extrañas a las gentes de las comarcas, por donde circulan los coches de los «buscajamones» (así se denomina en Zamora a los funcionarios que prostituyen sus prerrogativas, o sea, todos) o los camiones que van rápidos desde Galicia a Madrid. Miran esas gentes pasar aburridamente el tráfico, que no dice nada a los lugareños: simplemente cruza.
También en las calles de la ciudad veréis levantarse horrorosos edificios que ni son nuestros ni para nosotros: son del Estado (Bancos, Cuarteles, Cárcel, Diputación, Ayuntamiento…). Son esos edificios que el pueblo zamorano paga con su sangre (iguales en todas las ciudades), que para nada le sirven y que el Estado reparte por los ámbitos de su dominio para mejor mantener su verdadera y única tiranía. Y no hablemos de las Escuelas «estatales» o Institutos «nacionales», donde se impone la mayor lujuria nacionalista y se aparta al niño y al joven de la realidad local, llenando su cabeza de horrorosos vocablos. Fue en la escuela donde me enteré que aquella cosa que llamaban España no era tan sólo mi comarca y poco a poco me fueron haciendo tomar conciencia de español, desviando mi atención hacia ríos que no regaban mi tierra y personas que estaban lejos (Caudillo, Fraga, los rojos…). Cosas a las que había que añadir la rapidez con la que los medios de comunicación transmiten las últimas novedades estúpidas, cantables y bailables, junto a cuestiones políticas que nada interesan a nuestras gentes, pero que interrumpen su partida de cartas y los alejan de conversaciones más sustanciosas, como el aprovechamiento del agua del río, los abonos naturales…

«En virtud, pues, de tantos agravios y por el recobro de la libertad perdida, con mucha más razón que otras prósperas naciones que contra la Nación pretenden levantarse, nos levantamos nosotros contra el Estado y por lo tanto contra todos los Estados.»

Y para que conste y no haya dudas, he aquí nuestros rasgos distintivos y el ámbito (dudoso por cierto) de nuestro territorio:
La provincia que lleva el nombre de Zamora está constituida con pueblos y comarcas de diversas economías, costumbres y carácter, obligados a participar de centros administrativos comunes. No se puede establecer una etnia común viendo la gente alegre y gastadora del norte y comparándola con la adusta y cazurra del sur. Tampoco podemos establecer rasgos geológicos o paisajísticos comunes, pues esta tierra se ve pintada ya por los trigales, ya por la vid, siempre encima de suelos y rocas bien distintos. Así, los rasgos socioculturales y los límites geográficos son indefinibles, pero estamos seguros de no ser charros, ni castellanos, ni leoneses, ni gallegos ni portugueses (sépase que nada tiene de portuguesa la parte de la Nación vecina a la que asoman nuestros pueblos fronterizos). Si bien se cree que todas las comarcas que hoy componen la provincia y algunos territorios fronterizos entrarán a formar parte de la CAZ una vez constituida ésta, tal definición de la CAZ les permite verse libres de las garras y rejas de las ideas y conceptos constituidos.

En cuanto al lenguaje, si bien la larga sumisión a la abstracción de España ha permitido la implantación del español, la CAZ confía en poder resucitar y desarrollar un peculiar dialecto zamorano, algunas de cuyas formas lingüísticas guardan celosamente nuestros mayores.

Y para que el futuro no depare sorpresas (o. al menos, más de las que se puede permitir) ha preparado ya la CAZ todo lo referente a la economía y al gobierno de sus «comunidades».

La primera fuente de la riqueza de las comunidades zamoranas se encuentra en la tierra, altamente productiva una vez que, conseguida la independencia, no esté sometida a los caprichos del Orden, sino a sus propias necesidades. En cuanto a las industrias derivadas que florecieron antaño arruinadas por el poder central, la CAZ propone resucitarlas, sobre todo las textiles y la de derivados lácteos. Aparte de la antedicha renovación de las industrias tradicionales (iguales todas en la comunidad autosuficiente) la CAZ da por sentado la incautación de las empresas hidroeléctricas de Iberduero (que producirán altos ingresos por la venta de esa energía a las potencias extranjeras) y la demolición de la central nuclear que nos quieren meter. Puede alguien pensar que la independencia acarreará la desaparición de muchos puestos de trabajo dependientes del Estado, pero ello se verá compensado por la supresión de las cargas y tributos que ese mismo Estado nos impone. Además, la CAZ se propone la supresión de todo Trabajo en el sentido propio de la palabra.
Dado el signo comunitario de la revolución zamorana, está clara la desaparición de los elementos de explotación del individuo-consumidor sobre los que el Estado asienta su dominio y asimismo la desaparición de los teléfonos, televisores y radios particulares y por lo tanto del coche individual, cuya venta se dedicará a la mejora de los transportes públicos. Se facilitará la venta de los libros y periódicos provenientes del extranjero, sin otra restricción que el nivel de estupidez de los mismos, que les hará perder mercado entre los esclarecidos lectores de Zamora, en cuanto desaparezcan los estímulos externos, estatales y paraestatales, que suelen favorecer la difusión de lo más inepto y facilitan el mantenimiento del estado de cosas.

En cuanto al gobierno de la CAZ una vez conseguida la independencia, deberá tener las siguientes condiciones:

- Tener el menos poder posible, dificultado en todo.

- Estar compuesta por personas jóvenes e inexpertas y durar lo menos posible.

Desaparecido este primer gobierno provisional, todo se regirá por la asamblea de todos los miembros de las comunidades, evitándose los procedimientos democráticos o que se parezcan a la votación.

Simultáneamente se practicará la disolución de la familia y de la propiedad privada, pero abandonando fórmulas tan suspectas como el todo será de todos; se realizará que cualquiera cosa será para cualquiera en el sentido de que cualquiera tendrá derecho a participar en el disfrute de cualquiera de ellas, con la condición de que se trate de un disfrute y no de una posesión. Desaparecerá la obligatoriedad del trabajo, confiando que ello mismo lleve a los ciudadanos a realizar cosas que les agraden y aquéllas que sean fuente de placer. De este modo se dejarán de producir los objetos carentes de utilidad.

Se abolirá, claro está, el dinero.

Se establecerán cónsules-regateadores en los mercados extranjeros para comprar, mediante créditos, aquello que a los zamoranos les parezca necesario.

No habrá administración.


Agustín García Calvo y otros zamoranos. París, 1970.

martes, 22 de enero de 2008

JARDÍN DE FLORES CURIOSAS (V)

En el "Compendio moral salmaticense", publicado en 1805, se le dedican unas páginas al tema de la polución (efusión del semen). Es un tratado que recoge las normas morales que respondían a lo que la Curia Romana tenía establecido como referentes para el comportamiento social religioso de la época. En el “Tratado XVII. De los preceptos sexto, y nono del Decálogo/Cap. III. Del vicio contra naturam/Punto II. De la polución” se dice:

Pregunta. ¿La polución es intrínsecamente mala y prohibida por derecho natural?
Respuesta. Que el decir lo contrario está condenado por Inocencio XI en la siguiente proposición: Mollities jure naturae prohibita non est: unde si Deus eam no interdixisset, saepe esset bona, & aliquando obligatoria sub mortali. Que la polución esté prohibida no sólo por el derecho divino, sino aun por el natural se hace patente, pues ella es contraria al fin de la naturaleza, que mira a la generación de la prole.

No obstante, en este tratado se exculpa al varón en algunos casos por falta de voluntariedad: polucion nocturna, polución por accidente (por ejemplo, montando a caballo), y otros casos.

LA MANZANA DE NEWTON.


La Teoría de la Gravitación Universal de Sir Isaac Newton (4 de enero de 1643 – 31 Marzo de 1727) apareció en el tercer libro de su obra "Philosophiæ Naturalis Principia Mathematica", publicado el 5 de julio de 1687 y titulado "De mundi systemate". Newton no tenia la mas mínima intención de escribir esta obra, pero Edmond Halley le animó a hacerlo, pagándole incluso los gastos de impresión. Voltaire escribió en su "Essay on Epic Poetry" (1727): “Sir Isaac Newton, paseando en sus jardines, tuvo la primera idea de su sistema gravitatorio tras ver caer una manzana de un árbol”. Más tarde, en sus "Lettres philosophiques" (1733-34), escribió refiriéndose de nuevo al inglés: “Estando retirado en 1666 en el campo cerca de Cambridge, un día que paseaba por el jardín y vio unas frutas caerse de un árbol, se abandonó a una meditación profunda sobre este fenómeno de la gravedad…”. Ciertamente, el científico pasó mucho tiempo vagando y divagando por los jardines de su casa materna, situada en Woolsthorpe, condado de Lincolnshire. Fue a causa de un forzoso retiro, pues la Universidad de Cambridge hubo de ser cerrada durante muchos meses debido a La Gran Plaga: una epidemia de peste bubónica que azotó Inglaterra (especialmente la ciudad de Londres) entre 1665 y 1666, llevándose la vida de casi 100.000 personas.
Es probable que un ya octogenario Newton contara la anécdota en la década de 1720 a un grupo de amigos cercanos y parientes: Catherine Barton, Martin Folkes, John Conduitt y William Stukeley, pues todos ellos hicieron mención verbal o escrita a una historia más o menos parecida. Estos propagarían la historieta, llegando finalmente hasta Voltaire, el cual la universalizó. Isaac D’Israeli terminó de elaborar el mito, suponiendo que la dichosa manzana le cayó al genio en la mismísima cabeza. Sin embargo, muchos dudan de la veracidad de la anécdota. Y aun asumiendo que la manzana disparara la sesión de meditación que llevó a Newton hasta su idea de la gravedad universal, lo cierto es que el científico había mostrado interés por la naturaleza del fenómeno desde mucho antes. Algunas notas al respecto aparecen en su "Quaestiones quaedam philosophicae": un libro de notas que escribió durante los primeros años que pasó en Cambridge. El caso es que intuyó la Ley en 1666, cuando contaba con tan solo 24 años, y realmente se le reveló durante su estancia en la casa materna. No obstante, no conseguiría demostrarla formalmente hasta pasados casi 20 años, en 1685. De hecho, los resultados numéricos de las primeras comprobaciones que, de acuerdo a la ley de la inversa del cuadrado, realizó por aquel entonces mostraron discrepancias entre si, luego pensó que las conjeturas eran erróneas; y ya no retomaría de nuevo el problema hasta 1679. En realidad, lo erróneo fue el dato del radio terrestre que usó para sus cálculos.
En enero de 1684, Sir Christopher Wren, Edmond Halley y Robert Hooke se reunieron para discutir sobre el movimiento de la Tierra y la hasta entonces conjetura de que la intensidad de fuerza de atracción disminuiría con el cuadrado de la distancia al Sol. Como ninguno de ellos fue capaz de deducir la ley de la inversa del cuadrado, en agosto de aquel año Halley fue hasta Cambridge para visitar a Newton, y le preguntó cual pensaba que sería la trayectoria de un planeta orbitando alrededor del sol en el supuesto de que la fuerza de atracción ejercida por la estrella disminuyera con el cuadrado de la distancia. Él dijo que sería una elipse. Cuando Halley le preguntó por qué lo sabía, Newton contestó tajante: “¿Por qué? Lo he calculado”. Sin embargo, éste no pudo encontrar sus cálculos para mostrárselos a Halley, y aquel tuvo que conformarse con la promesa de que le serían enviados una vez rehechos. La reconstrucción, empero, chocó con un obstáculo: demostrar que la fuerza de atracción entre dos esferas es igual a la que existiría si las masas de cada una de ellas estuviesen concentradas en los centros respectivos. Newton resolvió ese problema en febrero de 1685, tras comprobar la validez de su ley de la atracción gravitatoria mediante su aplicación al caso de la Luna; la idea, nacida veinte años antes, quedó confirmada entonces merced a la medición precisa del radio de la Tierra realizada por el astrónomo francés Jean Picard. Así, una vez Newton obtuvo las piezas necesarias del rompecabezas (gracias también a la colaboración del astrónomo real John Flamsteed) empezó a redactar sus "Principia..." en ese mismo año de 1685. Téngase en cuenta que se trata de una compleja y rigurosa obra que ataca muchos temas: las leyes del movimiento, las órbitas celestes, la gravedad entendida como un fenómeno universal, la dinámica de fluidos, método de fluxiones... Los "Principia..." terminan con el famoso Escolio General, en el que el genio reconoce su límite: “Hasta aquí hemos explicado los fenómenos de los cielos y de nuestro mar por la fuerza gravitatoria, pero no hemos asignado aún causa a esa fuerza. Es seguro que debe proceder de una causa que penetra hasta los cuerpos mismos del Sol y los planetas, sin sufrir la más mínima disminución de su fuerza, que no opera de acuerdo con la cantidad de las superficies de las partículas sobre las que actúa, sino de acuerdo con la cantidad de materia sólida contenida en ellas, propagándose en todas direcciones y hasta inmensas distancias y decreciendo siempre como el cuadrado inverso de las distancias... Pero hasta el presente no he logrado descubrir la causa de esas propiedades de gravedad a partir de los fenómenos; y no finjo hipótesis.”
Newton, ya anciano, escribió: “En el mismo año [1666] empecé a pensar en cómo calcular la gravedad con relación a la órbita de la Luna: a partir de la ley de Kepler sobre los tiempos periódicos de los planetas que están en proporción sesquiáltera de sus distancias del centro de sus órbitas [Tercera Ley de Kepler], deduje que las fuerzas que mantienen a los planetas en sus órbitas deben ser inversas a los cuadrados de sus distancias a los centros respecto a los cuales giran; y por ende comparé la fuerza requerida para mantener a la Luna en su órbita con la fuerza de la gravedad en la superficie de la Tierra, y me pareció que coincidían bastante exactamente. Todo esto lo logré en los años de la peste en 1665 y 1666. En aquellos tiempos estaba yo en mis mejores años en lo que respecta a la invención, y pensando en la matemática y la filosofía mucho más de lo que jamás lo haría desde entonces.”
Difícil saber si la manzana tuvo algo que ver, aun de una manera indirecta, en este episodio de la historia de la ciencia. Lo que sí sabemos es que la mitología popular jamás desligará al científico de la verde fruta. Que así sea, pues.

lunes, 21 de enero de 2008

EL PEOR ESCRITOR DEL MUNDO.

Era un genio bebiendo, nadie podía tumbarlo nunca. Ahí sí que era un genio, pero escribiendo... A lo mejor por el afán de emborracharse; se emborrachaba de los libros ajenos.

JARDÍN DE FLORES CURIOSAS (IV)

El principio psicoactivo de la coca fue descubierto en 1859, mediante un procedimiento que empleaba para la extracción del alcohol, ácido sulfúrico, bicarbonato sódico y éter. Poco después médicos y laboratorios recomiendan ya la cocaína como "buen alimento para los nervios", para combatir hábitos de alcohol, opio o morfina, e incluso conceder "sempiterna vitalidad y hermosura" a las damas. No se había conocido nunca una campaña promocional como la orquestada por Bayer, Merck y otros fabricantes en todo el mundo; uno de los lemas comerciales decía: "no pierda tiempo, sea feliz; si se siente pesimista, abatido, sin fuerzas, solicite cocaína".

SOLIDARIDAD.

La solidaridad, invocada hoy una y otra vez, y no sin razón, como base del diálogo fértil, no es la virtud prístina, origen de las demás virtudes sociales y políticas. ¿Acaso una madre da de mamar a su hijo por solidaridad con él? En todo caso la solidaridad que se despliega dentro de un cambio se enfrenta, en general, con solidaridades que interfieren o se entrecruzan con aquélla.

jueves, 17 de enero de 2008

SOBRE EL PATRIOTISMO.


"(Patriotismo y paranoia). No han sido pocos los testimonios de particulares y políticos que sucesivamente han motivado el clamoroso entusiasmo de las Cámaras por la proclamación de la guerra y su cumplimiento en las guerras de agresión a Afganistán y a Iraq en el miedo a ser tachados de antipatriotismo. Así que la amenaza de esta incriminación se ha revelado aquí como el gran instrumento de extorsión social y política que ha levantado y sustentado el tan admirado patriotismo de los americanos. Sobrecoge pensar que si los bombarderos hubiesen conseguido en aquellos remotos desiertos y lejanas montañas algo que no fuese tan sólo una demostración de la aplastante superioridad tecnológica de la que ya estábamos sobradamente convencidos, sino un lance suficientemente brillante para acreditarse por victoria, nada habríamos sabido de la naturaleza paranoica del patriotismo.
La tacha de antipatriotismo -aparte de pertenecer a las formas que, con muy diversos grados de severidad o de indulgencia, componen el sistema de presiones o constricciones que gobierna cualquier sociedad- recuerda, mutatis mutandis, los estigmas o proscripciones propios de situaciones de religión obligatoria; es cierto que por entonces la Inquisición podía llevarle a uno a la hoguera, lo que no puede, ciertamente, equipararse con la incriminación de “derrotista”, “nihilista”, etc., y si “el traidor a la patria” suele ser “pasado por las armas”, se trata de un delito de acción, no de opinión. Con todo, no creo que la convergencia entre fervor religioso y devoción patriótica sea simple efecto de una aproximación fortuita e inmotivada, sino que participan, de modo eminente, de una condición común: ambas están definidas por el rasgo de la “pertenencia”: se pertenece a una patria, como se pertenece a un credo.
(Ser de los nuestros). La formación de la pertenencia, la constitución de “los nuestros”, la remite certeramente Ortega (en el ensayo El origen deportivo del Estado) a la “fratría” juvenil. Refiriéndose a un determinado momento de la adolescencia, dice literalmente: “Se quiebra el aislamiento de la primera infancia y la personalidad del muchacho se derrama por completo en el grupo coetáneo. Ya no vive por sí ni para sí: no quiere y siente como individuo, sino que se halla absorbido por la personalidad anónima del grupo que piensa y siente en su lugar”. En este estadio de neutralidad, la descripción me parece totalmente cabal. Deja de parecérmelo al final del párrafo. “Yo llamo a este apetito soberanamente sociable el instinto de coetaneidad”.
Si recordamos la mirada señaladamente biologista que el autor ha adoptado desde el principio del ensayo, la insuficiencia del programa se nos manifiesta ahora en ese “instinto de coetaneidad” como agente formador de la fratría, inaceptablemente reducida a una especie de “fase del desarrollo de la personalidad”. El mismo grado de protesta se merece la calificación de “soberanamente sociable”. Instaurando esa atmósfera de amistosa normalidad -donde tampoco excluyo que puedan darse insípidos remedos de la misma cosa-, Ortega se hurta a la consideración del violento sistema de coacción y sumisión que puede exigir “ser de los nuestros”. “Ser de los nuestros” es, en efecto, como bien dice Ortega, ser “absorbido por la personalidad anónima del grupo, que piensa y siente en su lugar”, pero ni tiene nada de “sociable”, ni es una fase natural del desarrollo de todo hijo de familia, como más adelante se verá.
Esas tan admiradas virtudes del “compañerismo” o el “espíritu de cuerpo” (aunque este segundo, referido a grupos no armados, pueda también acreditar reproches) forman in nuce el esquema de la pertenencia; pero el idílico lema de los Tres Mosqueteros: “Todos para uno y uno para todos”, esconde, en realidad, una terrible férula de coacción mutua y permanente, de amenaza anónima y ubicua, prefigurando ya “el traidor” del opresivo sistema de coacción social universal del patriotismo.
En lo que se refiere a la religión, el factor de pertenencia ha sido encarecido tanto por Juan Pablo II: “… el conocimiento por creencia, que se funda sobre la confianza interpersonal, está en relación con la verdad: el hombre, creyendo, confía en la verdad que el otro le manifiesta” (Fides et ratio, cap. III, nn, 32 y 33), como por Benedicto XVI: “Esta vida verdadera, hacia la cual tratamos de dirigirnos siempre de nuevo, comporta estar unidos existencialmente en un pueblo, y sólo puede realizarse para cada persona dentro de este nosotros” [cursiva en el original]. (Spe salvi, cap. 14). Va a resultar que lo decisivo es la pertenencia, el “Ser de los nuestros”, y que los pretendidos objetos del culto, Dios en este caso y la Patria en el anterior, juegan un papel formal análogo a la sigma mayúscula que en la escritura matemática encabeza el enunciado de las condiciones a que han de sujetarse los términos de un conjunto cerrado.
Hace ya muchos años, al caracterizar la “unidad de la Patria”, tal como la conciben los Estados, decía yo que lo que une a los hombres como hombres es la amistad, y que en la unidad sin amistad los hombres quedan unidos como cosas; más tarde se ha desarrollado la palabra “cohesión social”: ninguna otra palabra podría recordar más de cerca el pegamento capaz de pegar cascotes rotos, pero no de conciliar personas. En un ensayo recogido en su libro Consignas, Theodor W. Adorno escribe: “… la formación de esencias colectivas nacionales, usual en la odiosa jerga de la guerra que habla del ruso, del americano y también del alemán, obedece a una conciencia cosificadora, incapaz de toda experiencia”. Pero no es sólo en los antagonismos internacionales donde la pertenencia comporta cosificación; donde quiera que se dé una forma de LOS NUESTROS, necesariamente ligada a algún antagonismo, la amistad se convierte en unidad, la concordia en cohesión. Así pasa en los partidos políticos cerrados, a causa de su antagonismo electoral: un contenido votado por unanimidad es, por decirlo con un neologismo periodístico reciente, “un contenido cero”.
Viniendo, al fin, a lo anunciado más arriba, si miramos la fecha de su ensayo: 1924, Ortega no pudo llegar a conocer hasta qué punto su “instinto de coetaneidad” -sea ello lo que fuere- sería grandiosamente fomentado y explotado por ciertos regímenes políticos ideológicamente doctrinarios y masificadores y en los que, por consiguiente, el patriotismo se manifestaría en las formas más exacerbadamente agresivas y antagónicas: me refiero a la creación oficial de “organizaciones juveniles”, fuertemente adobadas, de una u otra forma, con los caracteres de educación premilitar. Allí sí que los rasgos de la fratría, tan celebrados por Ortega -”la férrea disciplina interna”, “la ascética”, etc.-, se gozaban en toda su crudeza.
Hoy, la añoranza de aquellas organizaciones parece cada vez más como querer consolarse con algún sustitutivo, el más visible de los cuales es el deporte de los grandes estadios, donde los equipos en competición se transfiguran en verdaderas patrias. Al carecer de cualquier otro posible contenido que no sea el del crudo y desnudo antagonismo, el deporte competitivo es especialmente idóneo para encarnar formas análogas a la del patriotismo, por cuanto éste no ha consistido nunca en otra cosa que en la autocomplacencia de “ser de los nuestros”. La reciente proliferación de banderas en las manifestaciones políticas se ha inspirado seguramente en el auge inmenso que en estos últimos años han tomado las prendas de colores heráldicos en los estadios de fútbol; lo cual, por otra parte, ha impuesto una estricta separación espacial de los partidarios de uno y otro equipo, como si los cada vez más antagónicos patriotismos deportivos hubieran incorporado el factor de la territorialidad, a fin de parecerse todavía más a los congénitamente antagónicos patriotismos nacionales."
Rafael Sánchez Ferlosio

martes, 15 de enero de 2008

PARA P. (III)

¿En qué lugar, en dónde, a qué deshoras me dirás que te ame? Esto es urgente porque la eternidad se nos acaba.

sábado, 12 de enero de 2008

HA MUERTO EL POETA ÁNGEL GONZÁLEZ.

Para que yo me llame Ángel González,
para que mi ser pese sobre el suelo,
fue necesario un ancho espacio
y un largo tiempo:
hombres de todo el mar y toda tierra,
fértiles vientres de mujer, y cuerpos
y más cuerpos, fundiéndose incesantes
en otro cuerpo nuevo.
Solsticios y equinoccios alumbraron
con su cambiante luz, su vario cielo,
el viaje milenario de mi carne
trepando por los siglos y los huesos.
De su pasaje lento y doloroso
de su huida hasta el fin, sobreviviendo
naufragios, aferrándose
al último suspiro de los muertos,
yo no soy más que el resultado, el fruto,
lo que queda, podrido, entre los restos;
esto que veis aquí,
tan sólo esto:
un escombro tenaz, que se resiste
a su ruina, que lucha contra el viento,
que avanza por caminos que no llevan
a ningún sitio. El éxito
de todos los fracasos. La enloquecida
fuerza del desaliento...

Ángel González (Oviedo, 1925-Madrid, 2008)

viernes, 11 de enero de 2008

RELIGIONES.

La verdad de toda religión, sea grande o pequeña, nueva o añeja, establecida o marginal, es el consuelo que aporta el alma perdida en el tráfago de este mundo. Nadie puede pretender que todos se consuelen de la misma forma, participando en los mismos ritos y de las mismas creencias; por eso la dignidad de sus miembros no afecta a la verdad de sus creencias.

LOS PREMIOS.


"Hasta los cuarenta años me sometí a la humillación de esas concesiones de premios. Hasta los cuarenta años. Dejé que me defecaran en la cabeza en esos ayuntamientos y salones de actos, porque una entrega de premios no es otra cosa que una defecación en la cabeza de uno. Aceptar un premio no quiere decir otra cosa que dejarse defecar en la cabeza, porque le pagan a uno por ello. He sentido siempre las concesiones de premios como la mayor humillación que cabe imaginar, no como una exaltación. Porque un premio se lo entregan a uno siempre sólo personas incompetentes, que quieren defecar en la cabeza de uno si se acepta su premio. Y están en su perfecto derecho de defecar en la cabeza de uno, que es tan abyecto y tan bajo para aceptar su premio." Thomas Bernhard.

lunes, 7 de enero de 2008

LECTURA RECOMENDADA (VII)



"Muchos en la Iglesia se confiesan ser christianos / e son, en las sus obras, muy peores que paganos; / así los tales paresçen, con los sus pensares vanos, / e al estrecho juizio, non les valdrán las manos." Pero López de Ayala.

DEMOCRACIA.

Es cierto que el diccionario define democracia como "gobierno del pueblo", pero en una sociedad dividida en clases, dominada por una minoría, no hay ninguna posibilidad de que gobierne la mayoría. Los "mecanismos de representación" excluyen cuidadosamente toda participación directa de las masas en los asuntos de gobierno, impiden la fiscalización de los "representantes" y someter a estos a las leyes y reglamentos del estado.

TEORÍA POLÍTICA.

"Los políticos se constituirán en castas, dividiéndose hipócritas en dos bandos igualmente dinásticos e igualmente estériles, sin otro móvil que tejer y destejer la jerga de sus provechos particulares en el telar burocrático. No harán nada fecundo, no crearán una nación... Fomentarán la artillería antes que las escuelas, las pompas regias antes que las vías comerciales y los menesteres de la grande y pequeña industria." Benito Pérez Galdós.

jueves, 3 de enero de 2008

DIALÉCTICA DE LA ILUSTRACIÓN.


"La cultura ha contribuido siempre a domar los instintos revolucionarios tanto como los bárbaros. La cultura industrializada hace algo más. Enseña la condición bajo la cual podrá soportar uno esta vida despiadada. El individuo debe utilizar su hastío general como fuerza para abandonarse al poder colectivo, del que está harto. Las situaciones permanentemente desesperadas que descorazonan a espectador de la vida cotidiana se convierten en la reproducción, no se sabe cómo, en garantía de que se puede continuar viviendo." Theodor W. Adorno y Max Horkheimer.

PURITITA SOCIALDEMOCRACIA.

La democracia inherente a la utopía de la igualdad, la necesidad de engañar a las masas haciéndoles creer que tienen o van a tener lo que no tienen, ni podrán tener, junto al snobismo en las clases dominadas, han determinado el hecho exclusivamente europeo de que los partidos políticos, comunistas, conservadores o progresistas, y los medios de comunicación, sean medularmente socialdemócratas, es decir, no sólo antiliberales, sino antidemócratas.