miércoles, 30 de julio de 2008

LE PETITE MORT.

La pequeña muerte era el nombre con el que los franceses describían al orgasmo. Un instante de separación del propio cuerpo, de movimiento y tranquilidad a la vez, de exitación y paz. Como palabra tiene la raíz en la palabra "trabajo" y tiene el mismo origen que palabras como "alergia", "energía", "órgano". Oculto, mostrado, tabú, secreto íntimo, descubrimiento juvenil, prohibido, el orgasmo tanto masculino como femenino ha estado siempre en el centro de muchas discusiones. Cada religión tenía su opinión, cada cultura decidió ocultarlo o ensalzarlo.

DE LA PACIENCIA.

"Hay quien afirma, muy convencido, que las cosas de este mundo van ahora peor que nunca. ¿Peor que nunca? Notemos que el mismo que dice esto afirma también que dentro de poco irá todo mejor que nunca. Son cosas que decimos los jóvenes: nuestro entusiasmo nos lleva a creer que vivimos en la época más importante de la historia del mundo. Por eso nos lanzamos a la calle de golpe y nos damos a un trabajo inútil, atropellado, exterior a nosotros mismos, y nos dedicamos a buscar con estúpida vanidad el heroísmo. Y todo lo que decimos está lleno de una mística retórica, absurda, mientras nuestra alma y nuestro cuerpo siguen sin hacer nada más que zarandearse de acá para allá locamente.
Y es que anda muy escasa la virtud de la Paciencia. Entendamos por paciencia, no sólo una virtud que en ocasiones de la vida cotidiana nos hace resistir las pequeñas molestias, sino más bien una actitud total y armónica ante la vida que nos hace acomodar nuestros impulsos y nuestros deseos a la monotonía del tiempo (a esa monotonía riquísima, madre de toda virtud y de todo buen pensamiento que nos parece tan prosaica). Sencillamente: la Paciencia es el arte de no coger la pera antes de tiempo y de saber cultivarla.
Todo eso que, a primera vista, parece preparación religiosa, no es más que juventud: juventud fisiológica, la que pasa con el tiempo. Y no es que la juventud sea un mal principio, pero no es más que el primer principio. Hay que educarla. No hemos de dejar que se quemen sus ardores en salvas inútiles. Quizá alguien se escandalice si digo que hay que matar su primer impulso de impaciencia, de deseos de heroísmo, de fanatismo y hasta de ira, que algunos han dado en llamar «santa ira», como si un pecado capital pudiera ser santo (la ira es una pasión tal que, el que la tiene, pierde conciencia de lo que hace; un acto inconsciente es un acto animal: por tanto, o no es santa o no es ira).
Por tanto, conviene que tengamos Paciencia para acostumbrar a nuestro cuerpo, completamente corrompido por las comodidades de nuestro tiempo, a una ascética, si no fuerte, a lo menos ordenada, metódica e intransigente.
Paciencia, para acostumbrarnos a la tranquilidad y al silencio; para alejarnos de la máquina de emociones que es la vida actual. No estamos nunca con nosotros mismos, siempre en la calle, con la cabeza llena de colores, de gritos, de impresiones, que nos quitan la serenidad para pensar y nos cubren la realidad de apariencias para que no podamos conocerla fríamente.
Tengamos el convencimiento de que lo que debemos de hacer nos lo dice siempre antes la razón que los afectos. Acostumbramos a imaginar, no a pensar; a sentir, no a querer. Imaginamos como Don Quijote. Estamos enfermos: necesitamos emociones. Por eso nos entusiasma el gesto retórico, apariencial; la postura, el estilo, en fin, lo que nos parece bello nos importa más que el fondo de las cosas. O creemos que aquello es el fondo de ellas, a veces, en realidad, duro y prosaico. Admiramos al personaje genial, al héroe huidizo de una ocasión histórica, y no comprendemos al ser anónimo de todos los tiempos, infinitamente pacientes, que labró la tierra. Y no imitamos a éste; queremos imitar a aquél, y no se le puede imitar porque es un ser ocasional y único, y así nos salen esos aspavientos ridículos, grotescos y desproporcionados con la cosa que queremos hacer. También queremos sentir; ser protagonistas de algo en una estúpida soberbia romántica. San Agustín en un capítulo de las Confesiones, dice cómo a él le satisfacía en el teatro lo que él llama el falso dolor; la satisfacción de esa necesidad de sentir, el más morboso de los placeres que tiene todo hombre de una época decadente. Nosotros también. Y desdeñamos el dolor verdadero, el dolor racional y fundado en una renuncia real.
Somos cobardes, enormemente cobardes; no queremos el sacrificio auténtico, la realidad fría, prosaica; sólo queremos fantansías, teatro.
Vamos a buscar el dolor de verdad, la renuncia a nuestras vanidades, nuestros entusiasmos, nuestro deseo de brillar antes de tiempo, sin trabajo.
El dolor de verdad en la mortificación de nuestro cuerpo sin hacer caso de fervores pasajeros.
Cuando hayamos tenido este dolor podremos meditar la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, que hace tiempo que estamos jugando con ella por querer llegar a la mística sin pasar por la ascética; al heroísmo sin pasar por la paciencia.
Y Paciencia también para seguir el camino pequeño, poco brillante, del trabajo honrado y verdadero. Ya vendrá Dios a llamarnos si nos cree aptos para lumbreras del mundo; es hasta pretencioso y vano creernos a nosotros mismos elegidos para tales menesteres. ¿O es que pensamos que por estar en un lugar muy alto nos van a oír las gentes? Es Dios quien abre los oídos de los hombres. Y si no lo merecemos por nuestra virtud y por nuestra sabiduría (aunque sólo aquélla es indispensable), no seremos oídos. ¡Ya estamos hartos de dar tanta importancia a la propaganda y a los medios humanos! ¡Es Dios y sólo Dios quien hace las cosas!
Seamos humildes y trabajemos en lo pequeño como el Carpintero de Nazaret. ¿No estuvo treinta años enseñándonos la Paciencia, la Humildad y cómo habíamos de prepararnos para la muerte? ¿O es que hemos olvidado ya todo eso?
Y no perderemos el tiempo, porque la sangre sin el sudor es casi estéril, digan lo que digan las retóricas baratas. El martirio puede por sí solo justificar una vida, ¡y tanto!; pero en este caso aprovecha casi sólo al mártir. El martirio no hace la vida, la completa. No se puede perder ésta buscándolo como única cosa que ofrecer a Dios. Desear morir es casi un egoísmo cuando aún no se ha dado nada. El martirio lo manda Dios cuando quiere: pero el camino normal es el de la Paciencia, que hará valer la vida, tanto o más que el martirio mismo.
Y cuando estemos respaldados por una formación ascética dura y una conducta ejemplar; cuando ya no seamos señoritos con fantasías heroicas; cuando tengamos una virtud y un criterio perennes, fuera de las circunstancias del tiempo: cuando no sintamos la belleza, sino que queramos la verdad; cuando no queramos ser nosotros, sino que Dios sea, entonces estaremos libres de todo prosaísmo, libres del fracaso de Don Quijote. Que lo más bello no es lo mejor, sino que lo mejor es lo más bello.
Entonces se nos habrá olvidado eso de que nuestro momento es el más decisivo de la historia del mundo. ¡Maldita fantasía juvenil!
¡Quién sabe cuántas vueltas dará todavía el mundo con el mismo monótono, aburrido y maravilloso compás sin dejar de dar, por eso, gloria a Dios en cada momento!"

Rafael Sánchez Ferlosio.

martes, 29 de julio de 2008

AUNQUE TÚ NO LO SEPAS.

"Si alguna vez la vida te maltrata,
acuérdate de mí,
que no puede cansarse de esperar
aquel que no se cansa de mirarte."

Luis García Montero.

lunes, 28 de julio de 2008

127.

"A la Maga y a mí nos ocurre a veces profanar nuestros recuerdos. Depende de tan poco, el malhumor de una tarde, la angustia de lo que puede ocurrir si empezamos a mirarnos en los ojos. Poco a poco, al azar de un diálogo que es como un trapo en jirones, empezamos a acordarnos. Dos mundos distantes, ajenos, casi siempre inconciliables, entran en nuestras palabras, y como de común acuerdo nace la burla. Suelo empezar yo, acordándome con desprecio de mi antiguo culto ciego a los amigos, de lealtades mal entendidas y peor pagadas, de estandartes llevados con una humilde obstinación a las ferias políticas, a las palestras intelectuales, a los amores fervorosos. Me río de una honradez sospechosa qe tantas veces sirvió para la desgracia propia o ajena, mientras por debajo las traiciones y las deshonestidades tejían sus telas de araña sin que pudiera impedirlo, simplemente consintiendo que otros, delante de mí, fueran traidores o deshonestos sin que yo hiciera nada por impedirlo, doblemente culpable. Me burlo de mis tíos de acrisolada decencia, metidos en la mierda hasta el pescuezo donde todavía brilla el cuello duro inmaculado. Se caerían de espaldas si supieran que están nadando en plena bosta, convencidos el uno en Tucumán, y el otro en Nueve de Julio de que son un dechado de argentinidad acrisolada (son las palabras que usan). Y sin embargo tengo buenos recuerdos de ellos. Y sin embargo pisoteo esos recuerdos en los días en que la Maga y yo tenemos la mufa de París y queremos hacernos daño. Cuando la Maga deja de reírse para preguntarme por qué digo esas cosas de mis dos tíos, me gustaría que estuvieran allí, escuchando detrás de la puerta como el viejo del quinto piso. Preparo con cuidado la explicación, porque no quiero ser injusto ni exagerado. Quiero también que le sirva para algo a la Maga, que jamás ha sido capaz de entender las cuestiones morales (como Etienne, pero de una manera menos egoísta; simplemente porque sólo cree en la responsabilidad en presente, en el momento mismo en que hay que ser bueno, o noble; en el fondo, por razones tan hedónicas y egoístas como las de Etienne). Entonces le explico que mis dos honradísimos tíos son dos argentinos perfectos como se entendía en 1915, época cenital de sus vidas entre agropecuarias y oficinescas. Cuando se habla de esos "criollos de otros tiempos", se habla de antisemitas, de xenófobos, de burgueses arraigados a una nostalgia de la estanzuela con chinitas cebando mate por diez pesos mensuales, con sentimientos patrios del más puro azul y blanco, gran respeto por todo lo militar y expedición al desierto, con camisas de plancha por docenas aunque no alcance el sueldo para pagarle a fin de mes a ese ser abyecto que toda la familia llama "el ruso" y a quien se trata a gritos, amenazas, y en el mejor de los casos con frases de perdonavidas. Cuando la Maga empieza a compartir esta visión (de lo que personalmente no ha tenido jamás la menor idea) me apresuro a demostrarle que dentro de ese cuadro general mis dos tíos y sus respectivas familias son gentes llenas de excelentes cualidades. Abnegados padres e hijos, ciudadanos que concurren a los comicios y leen los diarios más ponderados, funcionarios diligentes y muy queridos por sus jefes y compañeros, gente capaz de velar noches enteras al lado de un enfermo, o hacer una gauchada a cualquiera. La Maga me mira perpleja, temiendo que me burle de ella. Tengo que insistir, explicarle porque quiero tanto a mis tíos, por qué sólo a veces, cuando estamos hartos de las calles o del tiempo, me ocurre sacarles los trapos a la sombra y pisotear los recuerdos que todavía me quedan de ellos. Entonces la Maga se anima un poco y empieza a hablarme mal de su madre, a la que quiere y detesta en proporciones dependientes del momento. A veces me aterra cómo puede volver a referirse a un episodio de infancia que otras veces me ha contado riéndose como si fuera muy gracioso, y que de golpe es un nudo siniestro, una especie de pantano de sanguijuelas y garrapatas que se persiguen y se chupan. En esos momentos la cara de la Maga se parece a la de un zorro, se le afinan las aletas de la nariz, palidece, habla entrecortadamente, retorciéndose las manos y jadeando, y como de un globo de chewing-gum enorme y obsceno empieza a asomar la cara fofa de la madre, el cuerpo mal vestido de la madre, la calle suburbana donde la madre se a quedado como una escupidera vieja en un baldío, la miseria donde la madre es una mano que pasa un trapo grasiento por las cacerolas. Lo malo es que la Maga no puede seguir mucho rato, en seguida se larga a llorar, esconde la cara contra mí, se acongoja a un punto increíble, hay que preparar té, olvidarse de todo, irse por ahí o hacer el amor, sin los tíos ni la madre hacer el amor, casi siempre eso o dormir, pero casi siempre eso."

Julio Cortázar.

viernes, 25 de julio de 2008

CIUDADANÍA.

En este país tenemos la desgracia de padecer una derecha pre-civilizada, pre-moderna, pre-ilustrada, dirigida por los sectores más reaccionarios de la Iglesia Católica, una Iglesia a la que sólo hemos visto movilizarse en contra de los derechos de los homosexuales, de los derechos de las mujeres y, en general, en contra de todo lo que les suene a Derecho. En estas condiciones, tampoco es demasiado sorprendente una furiosa reacción de la Conferencia Episcopal contra cualquier propuesta que incorpore, aunque sólo sea en el título, la palabra “Ciudadanía”. Es como si la mera palabra les produjera una especie de reacción alérgica letal, algo así como la luz del sol al Conde Drácula. Es decir, en un país como éste, en el que la jerarquía de la Iglesia pierde los papeles cada vez que siente amenazada una micra de su poder político, es normal que reaccionen con esa virulencia contra una asignatura que pretende transmitir unos valores distintos a los que inculcan ellos (financiados de un modo aberrante con fondos públicos) en la asignatura de Religión.

domingo, 20 de julio de 2008

BUENOS LIBROS.

"Las causas de la decadencia de la literatura son: la lectura de obras ligeras que se ha convertido en un hábito, y que escribirlas se haya vuelto una profesión. Escribir en una vida un buen libro es más que suficiente. Y también leer uno."

Liev Tolstoi (1828-1901)

PARA ANA, MORBO Y DESCONSUELO:

No me ahorres nada para llegar a ti. Quiero tu tortura y tu fuego, ser triturado en el molino de tu deseo, amasado en tu capricho, encendido en tu violencia... ¡Ay, amor! Hazme tu pan y tu espada ¡Aliméntate y hiere conmigo, seré como deseas! Voy a ti como siempre quise ir: igual a ti para que nadie nos separe y así me quieras, igual a ti.

sábado, 19 de julio de 2008

LA EXCELENCIA DE ANTAÑO.

"Érase una vez un tiempo -y parece muy lejano ya- en el que existía una figura respetada, la persona culta. Él -solía ser él, pero con el tiempo pasó a ser cada vez más ella- recibía una educación que difería poco de un país a otro -me refiero por supuesto a Europa- pero que era muy distinta a lo que conocemos hoy. William Hazlitt, nuestro gran ensayista, fue a una escuela a finales del siglo XVIII cuyo plan de estudios era cuatro veces más completo que el de una escuela equiparable de ahora: una amalgama de los principios básicos de la lengua, el derecho, el arte, la religión y las matemáticas. Se daba por sentado que esta educación, ya de por sí densa y profunda, sólo era una faceta del desarrollo personal, ya que los alumnos tenían la obligación de leer, y así lo hacían.

Este tipo de educación, la educación humanista, está desapareciendo. Cada vez más los gobiernos -entre ellos el británico- animan a los ciudadanos a adquirir conocimientos profesionales, mientras no se considera útil para la sociedad moderna la educación entendida como el desarrollo integral de la persona.

La educación de antaño habría contemplado la literatura e historia griegas y latinas, y la Biblia, como la base para todo lo demás. Él -o ella- leía a los clásicos de su propio país, tal vez a uno o dos de Asia, y a los más conocidos escritores de otros países europeos, a Goethe, a Shakespeare, a Cervantes, a los grandes rusos, a Rousseau. Una persona culta de Argentina se reunía con alguien similar de España, uno de San Petersburgo se reunía con su homólogo en Noruega, un viajero de Francia pasaba tiempo con otro de Gran Bretaña y se comprendían, compartían una cultura, podían referirse a los mismos libros, obras de teatro, poemas, cuadros, que formaban un entramado de referencias e informaciones que eran como la historia compartida de lo mejor que la mente humana había pensado, dicho y escrito.

Esto ya no existe.

El griego y el latín están desapareciendo. En muchos países la Biblia y la religión ya no se estudian. A una chica que conozco la llevaron a París para ampliar sus miras -que falta le hacía- y aunque destacaba en sus estudios, confesó que nunca había oído hablar de católicos y protestantes, que no sabía nada de la historia del Cristianismo ni de cualquier otra religión. La llevaron a oír misa a Nôtre Dame, le dijeron que esta ceremonia era desde hacía siglos base de la cultura europea, y que debería por lo menos saber algo de ello, y ella lo presenció todo obedientemente, tal y como presenciaría una ceremonia de té japonesa, y luego preguntó: "¿Entonces, estas personas son una especie de caníbales?". En esto ha quedado lo que parece perdurable.

Hay un nuevo tipo de persona culta, que pasa por el colegio y la universidad durante veinte, veinticinco años, que sabe todo sobre una materia -la informática, el derecho, la economía, la política- pero que no sabe nada de otras cosas, nada de literatura, arte, historia, y quizá se le oiga preguntar: "Pero, entonces, ¿qué fue el Renacimiento?" o "¿Qué fue la Revolución Francesa?"

Hasta hace cincuenta años a alguien así se le habría considerado un bárbaro. Haber recibido una educación sin nada de la antigua base humanista: imposible. Llamarse culto sin un fondo de lectura: imposible.

Durante siglos se respetaron y se apreciaron la lectura, los libros, la cultura literaria. La lectura era -y sigue siendo en lo que llamamos el Tercer Mundo-, una especie de educación paralela, que todo el mundo poseía o aspiraba a poseer. Les leían a las monjas y monjes en sus conventos y monasterios, a los aristócratas durante la comida, a las mujeres en los telares o mientras hacían costura, y la gente humilde, aunque sólo dispusiera de una Biblia, respetaba a los que leían. En Gran Bretaña, hasta hace poco, los sindicatos y movimientos obreros luchaban por tener bibliotecas, y quizás el mejor ejemplo del omnipresente amor a la lectura es el de los trabajadores de las fábricas de tabaco y cigarros de Cuba, cuyos sindicatos exigían que se leyera a los trabajadores mientras realizaban su labor. Los mismos trabajadores escogían los textos, e incluían la política y la historia, las novelas y la poesía. Uno de sus libros favoritos era El Conde de Montecristo. Un grupo de trabajadores escribió a Dumas pidiendo permiso para emplear el nombre de su héroe en uno de los cigarros.

Tal vez no haga falta insistir en esta idea a ninguno de los aquí presentes, pero sí creo que no hemos comprendido todavía que vivimos en una cultura que rápidamente se está fragmentando. Quedan parcelas de la excelencia de antaño en alguna universidad, alguna escuela, en el aula de algún profesor anticuado enamorado de los libros, quizás en algún periódico o revista. Pero ha desaparecido la cultura que una vez unió a Europa y sus vástagos de Ultramar.

Podemos hacernos una idea de la rapidez con la cual las culturas son capaces de cambiar observando cómo cambian los idiomas. El inglés que se habla en los Estados Unidos o en las Antillas no es el inglés de Inglaterra. El español no es el mismo en Argentina o en España. El portugués de Brasil no es el portugués de Portugal. El italiano, el español, el francés surgieron del latín, pero no en miles sino en cientos de años. Hace muy poco tiempo que desapareció el mundo romano, dejando tras de sí el legado de nuestras lenguas.

Representa una pequeña ironía de la situación actual que gran parte de la crítica a la cultura antigua se hiciera en nombre del elitismo; sin embargo, lo que ocurre es que en todas partes existen cotos, pequeños grupos de lectores de antaño, y resulta fácil imaginar a uno de los nuevos bárbaros entrando por casualidad en una biblioteca de las de antes, con toda su riqueza y variedad, y dándose cuenta de pronto de todo lo que se ha perdido, de todo de lo que -él o ella- ha sido privado.

Así pues, ¿qué va a pasar ahora en este mundo de cambios tumultuosos? Creo que todos nos estamos abrochando los cinturones y preparándonos.

Escribí lo que acabo de leer antes de los acontecimientos del 11 de septiembre. Nos espera una guerra, parece ser que una guerra larga, que por su misma naturaleza no puede tener un final fácil. Sin embargo, todos sabemos que los enemigos intercambian algo más que balas e insultos. En España quizás sepan esto mejor que nadie. Cuando me siento pesimista por la situación del mundo, a menudo pienso en aquella época, aquí en España, a principios de la Edad Media, en Córdoba, en Granada, en Toledo, en otras ciudades del sur, donde cristianos, musulmanes y judíos convivían en armonía; poetas, músicos, escritores, sabios, todos juntos, admirándose los unos a los otros, ayudándose mutuamente. Duró tres siglos. Esta maravillosa cultura duró tres siglos. ¿Se ha visto algo parecido en el mundo? Lo que ha sido puede volver a ser.

Creo que la persona culta del futuro tendrá una base mucho más amplia de lo que podemos imaginar ahora."

Doris Lessing.

jueves, 17 de julio de 2008

POLITICASTROS.

"¿Cuándo se ha oído repetir tan machaconamente, por todos los Medios de Formación de Masas, con una retórica cada vez más infame y vergonzante, los mismos tópicos que sirvieron para los politicastros de nuestros abuelos, decir una y otra vez impertinentemente lo que ya está dicho? ¿Cuándo la Política ha sido tan profundamente aburrida como en estos años?

Agustín García Calvo.

CAFÉ SOLO.

Me despierto y es como si ella no estuviera en la cama porque ha ido al baño o a la cocina. Sin embargo tengo la certeza de que ya no volverá nunca a esta cama. Puedo alargar el brazo, tocar su lado de la cama y sentir que está frío. Sé que no puedo recuperarla.
Me quedo en la cama despierto, sin saber desde cuando estoy solo.

lunes, 14 de julio de 2008

AROMA DE DIOSES MUERTOS.

"Cerrarás los ojos para no mirar los cristales,
la noche y sus negras muecas,
los monstruos amenazantes, lobos negros, negros diablos
como muchedumbre atroz."

Arthur Rimbaud (1854-1891)

DESASOSIEGO.

"Me interrogo y me desconozco. Nada he hecho de útil y nada haré de justificable. He gastado la parte de mi vida que no perdí en interpretar confusamente nada, haciendo versos en prosa a las sensaciones intransmisibles con las que hago mío el universo incógnito. Estoy harto de mí, objetiva y subjetivamente. Estoy harto de todo, y de todo el todo."

Fernando Pessoa (1888-1935)

PARA ANA, EXTRAÑANDO SU HUMEDAD.

Dijo Tennessee Williams que lo contrario a la muerte es el deseo. Y yo te deseo desde la primera vez que te vi.

14 DE JULIO DE 2008.

Habéis hecho harapos mi amor y mi cordura; el amor pudo haberme salvado y no me amó nadie.

domingo, 13 de julio de 2008

EL AMOR, ESA PALABRA...

Los que verdaderamente nos ama nos da la vida. No saberlo a tiempo destroza a demasiados. Los amores desfelices o negros no son el amor, sino uno de los disfraces del odio o de la estupidez. lo aprendí en el Paraíso. Lo afirmo desde el infierno.

viernes, 11 de julio de 2008

Y LO DEMÁS ES SILENCIO.

Últimamente ordeno ideas, recuerdos, viejas fotografías, poemas dispersos. Todo ello, quizás, sea un potaje sentimental, una vieja excusa. Retroceder o no querer ir más adelante es ya imposible, porque es ver alejarse a los demás. Que cabalgan.
No busco, a estas alturas, amistades, sino el recuerdo de esas amistades. Hoy sólo me resta acojerme al olvido del tiempo, todo ha sido una pesadilla, una burla ideada para sembrar el desconcierto. Es como si estuviéramos marcados para siempre por un estigma cuyo remoto origen ignoramos, pero que parece perseguirnos una y otra vez, una y otra vez, cuando más próxima parecía la tranquilidad bien merecida, el reposo después de la batalla, el descanso de tanta escaramuza, para poder salvar los restos del naufragio: los ojos, la cordura, el sueño inalterado, el temblor que producen los recuerdos.
Pero nada acaba, parece, de apacible manera: la vida arrastra.

miércoles, 9 de julio de 2008

LO QUE ESTÁ PASANDO.

"No hay cosa que haga más daño a una nación como el que la gente astuta pase por inteligente."

Francis Bacon (1561-1626)

martes, 8 de julio de 2008

MI CUERPO DE NOCHE.

-poema escrito como una herida-

Tampoco te oigo, yo
que te oí con los labios,
te escuché con los ojos abiertos;
tú echada en una fuente,
en unos libros, complicando
la vida y las palabras, vida
sujeta a mi vida:
todo lo demás era un país derrotado,
era una noche, era mi cuerpo.
Era mi cuerpo en la noche.

TRISTRAM SHANDY.

"La escasez de todo tipo de escritos terminará con toda clase de lecturas. Y andando el tiempo - como la guerra engendra la pobreza, y ésta la paz- se pondría a su vez punto y final a todo tipo de conocimiento para -luego- tener que empezar de nuevo o, en otras palabras, para quedarnos donde estábamos.
¡Felices tiempos! Sólo hubiera deseado cambiar ligeramente la era de mi concepción, así como el modo y manera de la misma. O que se pudiera haber aplazado a la mejor conveniencia de mi padre y mi madre unos veinte o veinticinco años más, cuando una figura del mundo de la literatura pudiera haber tenido alguna oportunidad".

Laurence Sterne (1713-1768)

lunes, 7 de julio de 2008

HOMO LUDENS.

"El juego, en su aspecto formal, es una acción libre ejecutada “como si” y sentida como situada fuera de la vida corriente, pero que puede absorber por completo al jugador sin que haya en ella ningún interés material ni se obtenga en ella provecho alguno, que se ejecuta dentro de un determinado tiempo y un determinado espacio, que se desarrolla en un orden sometido a reglas y que da origen a asociaciones que propenden a rodearse de misterio o a disfrazarse para destacarse del mundo habitual. El juego es una lucha por algo o una representación de algo. Ambas funciones pueden fundirse de suerte que el juego represente una lucha por algo o sea una pugna a ver quién reproduce mejor algo, ya que en el juego se copia algo, se presenta en más bello, sublime o peligroso de lo que generalmente es, su representación es una realización aparente, una figuración, es decir, un representar o expresar por figura. El juego está lleno de orden, tensión, movimiento, solemnidad y entusiasmo. Sólo en una fase posterior se adhiere a este juego la idea de que en él se expresa algo: una idea de la vida".

Johan Huizinga (1872-1945).

domingo, 6 de julio de 2008

PARA ANA, QUE VIVE EN LO ETERNO.

¿Qué estaría soñando? ¿Lo sabría ella?

El sueño de Anika nublaba las ventanillas de la habitación, empañaba los cristales y mi corazón multitudinario.

Cuando yo me quedé dormido, Anika se acercó y se puso a escribir con un dedo sobre mi corazón empañado. Luego yo lo he leído desde dentro, desde el otro lado del vidrio, al revés.

No importa nada: todo lo que escribe es como su nombre, es capicúa, palíndromo, se lee igual de un lado que del otro, desde dentro o desde fuera, hacia la izquierda o hacia la derecha, con los ojos cerrados o abiertos.

Se entiende siempre: Ana lava lana.

miércoles, 2 de julio de 2008

LA LENGUA, SEÑORES...

"Señores: la lengua no es de nadie; esa máquina de maravillosa complejidad que ustedes mismos usan, "con la cual suele el pueblo fablar a su vezino", no es de nadie; no ya la lengua común, que no aparece en la realidad más que como lenguas de Babel, pero ni siquiera una de esas lenguas o idiomas es de nadie, y no hay académico ni emperador que pueda mandar en su maquinaria, ni cambiar por decreto ni la más menuda regla, por ejemplo, de oposiciones entre fonemas y neutralización combinatoria de oposiciones que en ella rijan.

La escritura, la cultura, la organización gubernativa, la escolar, las leyes, las opiniones, ésas sí que tienen dueño; y el dueño es el de siempre: el jefe, sus secretarios, sus sacerdotes, la persona que se cree que sabe lo que dice.

Y ésos ya se sabe lo que quieren o necesitan: quieren ordenar el mundo, el mapa, las poblaciones; es el juego terrible de niños grandes, malcriados y simplones, que ha venido arrasando tierras y torturando gentes desde el comienzo de la Historia, en nombre del Ideal; y así siguen queriendo, por ejemplo, que España sea una, que los Estados Unidos sean uno, que Cataluña sea una, que Euskal Herria o Galicia sean una cada una... Da lo mismo: el caso es someter al ideal a todos, dentro de las fronteras que les toquen: que todos sean uno.

Por medio de la escritura y de la escuela, el Poder ha utilizado una y otra vez las lenguas o idiomas para ese fin: tomando en bloque una variedad simplificada del idioma correspondiente, y sin entrar para nada a la maquinaria de la lengua, ha logrado por ley (pero siempre a través de la escuela y la escritura) imponer hasta cierto punto un idioma uniforme dentro de las lindes que los avatares de la Historia le hayan repartido a esa forma de Poder; así impuso Roma en el vasto territorio del Imperio la unidad lingüística, para apenas un par de siglos, mientras los pueblos volvían a hacer de las suyas y deshacían el latín en dialectos innumerables; y hazañas parecidas se han dado luego, en territorios más o menos amplios, como, por ejemplo, la conversión del hebreo, una lengua muerta, en idioma, relativamente uniforme, del Estado de Israel.

En aquello que iba siendo Europa hace unos ocho siglos, los hombres cultos, que hablaban diferentes idiomas o dialectos como lengua cotidiana, trataron de mantener, y mantuvieron durante unos cinco siglos, una lengua común, el latín resucitado por escrito, no sólo para las disputas escolares y científicas, sino también para los tratos internacionales. Pero ya, entre tanto, los Estados modernos, el Español, el Francés, el Inglés, se habían establecido, y preferían volver a repetir, cada cual en su ámbito propio, la empresa del Imperio: la unificación de los varios idiomas y dialectos bajo el mismo ideal; una lengua una para el Estado uno; y en la misma idea les han seguido todas las naciones de cuño estatal, chiquitas o mayores, que tratan de dividirse el mapamundi.

Cierto que el que una lengua, relativamente uniforme, ocupe vastos espacios, tiene sus ventajas, no sólo para los trámites comerciales y administrativos, sino para que, por ejemplo, esta andanada contra los tratantes de lenguas le llegue a más gente que si la escribiera en sayagués; pero la cuenta de lo que con eso gana la denuncia de la mentira en contra de lo que gana la difusión de la mentira, ¿quién, señores, me ayudará a echar esa cuenta?

En fin, lo que el Poder, nacional, autonómico, universal, quiere hacer con las lenguas y la gente, eso cualquiera, si se deja sentir, lo sabe. Algo de vergüenza da que hombres doctos y esclarecidos confundan en un trance como éste los manejos unificatorios de una u otra administración con la máquina, desconocida y libre, de la lengua. Pero tampoco eso debe extrañarnos demasiado, sabiendo y sufriendo, como sufrimos, lo que es la condición de la Cultura y la de la Persona."

Agustín García Calvo, El País, 2 de julio de 2008.

martes, 1 de julio de 2008

GUTENBERG 7-9. SALAMANCA.

Por aquella casa fueron pasando vecinos, amigos, mujeres. Una que conocí en una boda vino a cuidarme de un catarro; se metió en la cama conmigo y con una botella de Veuve Clicquot. Mucho más efectivo que el Frenadol. Como soy así y no tengo arreglo, aún conservo el tapón de esa botella. Con los ojos cerrados, si aprieto la lengua contra el paladar, todavía recuerdo su sabor. También el del champagne, sí, aunque con mucho más esfuerzo.