viernes, 24 de julio de 2009

KANT Y LA CENSURA.

La vida retirada y laboriosa de Kant sufrió una ruda perturbación a consecuencia de un conflicto con el Gobierno. En octubre de 1794 recibió Kant una orden, refrendada por el ministro Wöllner. En ella se decía "La más alta personalidad del Estado ha visto, desde hace mucho tiempo, con gran desagrado, el mal uso que hacéis de vuestra filosofía, desfigurando y menospreciando algunas doctrinas fundamentales de las Sagradas Escrituras y del Cristianismo, como lo habéis hecho principalmente en vuestra obra Religion innerhalb er Grenzen der blossen Vernunft [La Religión en los límites de la razón pura], y en otros folletos. No dudamos que vos mismo comprenderéis que de este modo procedéis impunemente contra vuestro deber, como maestro de la juventud, y contra nuestros paternales deseos. Apelamos al testimonio de vuestra conciencia y esperamos que en adelante evitaréis nuestro desagrado, y que, en cumplimiento de vuestro deber, pondréis vuestro prestigio y vuestros talentos al servicio de los altos intereses de la patria, como es nuestro paternal deseo. En caso contrario, nos veríamos precisados inevitablemente a adoptar medidas desagradables". Todos los profesores y docentes de Filosofía y de Teología de la Universidad de Königsberg tuvieron que firmar, además, una declaración, según la cual, se abstendrían de dar lecciones sobre la doctrina religiosa de Kant.

lunes, 20 de julio de 2009

REPÚBLICA CONSTITUCIONAL.

"El complejo de culpabilidad franquista padecido por el Rey Juan Carlos y por el Presidente Suárez, unido a la ley del péndulo que los pueblos siguen cuando carecen de dirigentes políticos responsables, impulsaron la fuga hacia una descentralización del Estado que, en lugar de racionalizar la Administración y desconcentrar el poder, parió de la nada 17 Autonomías y tres nacionalidades, multiplicó el gasto público, fomentó 17 concentraciones de poder oligárquico, hizo de la corrupción el primer factor de la acumulación de capital y propició la creación de un oligopolio mediático al exclusivo servicio de la nueva oligarquía política."

Antonio García Trevijano.

martes, 14 de julio de 2009

SODOMA Y GOMORRA.

"Nos curaríamos de todo romanticismo si, para pensar en la persona que amamos, nos pusiéramos en el que seremos cuando hayamos dejado de amarla."

Marcel Proust.

domingo, 12 de julio de 2009

LEYENDO.

"Para intentar que no se siga confundiendo la lengua con la escritura: la lengua (recuérdalo, lector) no es de nadie, y se le da a cualquiera sin distinción de clase o sexo, el solo invento que no se vende, gratuito más que el agua o que el aire: la escritura, en cambio, tiene dueño: es de los señores, de los sacerdotes y, bajo el régimen democrático, de todo el que en la escuela la haya adquirido, sabiendo que vale mucho y que sólo con ella puede manejarse en este mundo y ganar puestos en la escala de la sociedad; como que escritura es la cultura, y en ella está el comienzo mismo de la historia: de lo de antes, de cuando habría por ahí hablando gente, sin huella y registro escrito, no se sabe.

Esta diferencia parece clara, ¿no? Y, sin embargo, habrán de seguirse confundiendo, porque es que el Orden Social, y uno mismo en sus adentros, tiene sumo interés y gran empeño en que se confundan, esto es, en que la lengua no sea otra cosa que la escritura, la cultura, que es lo que ellos saben y manejan, y aun le ponen reglas y lo pagan debidamente, mientras que descubrir lo que ni uno ni sus amos saben, que hay algo por debajo de lo sabido y que uno (ni sus amos) no sabe lo que hace cuando habla, y que habla así de bien gracias a que no lo sabe, eso (¿verdad, lector?) es algo peligroso, y por lo tanto se rehuye.

Algo hay que aclarar en este trance: que es que domina mucho la idea de separar lo que hacen otros medios, como la televisión ante todo, y contraponerlo con la escritura y la lectura, y así, con la mejor intención, se lanzan campañas a favor de la lectura contra la entrega a la pantalla de televisores y ordenadores; pero no es así: todos los medios de formación de personas, por imágenes "que dicen más que mil palabras" o por conversión de las palabras (escritas) en números de códigos digitales, no son más que desarrollos de la escritura, y se sobreponen igualmente a la lengua viva; también, a su modo, las grabaciones de la voz, que ya, al reproducirse, no pueden decir acaso algo, sino sólo lo que está dicho.

¿Es esto un desprecio de la lectura? No, lector: ni siquiera esto mismo que te escribo habría alcanzado a descubrirlo sin la ayuda de algunas cosas que de vez en cuando se han dejado escribir los pocos sabios que en el mundo han sido; ni aun la voz de aquellos que, como Sócrates o Cristo, sentían ya la traición de la escritura y la rechazaban, habría llegado hasta nosotros a no ser por medio de los escribidores, Platón o los evangelistas: de tantas contradicciones estamos hechos, y gracias por ello a los ángeles sin nombre que se nos entrecruzan por el camino.

Pero óyeme, lector, si puedes, todavía un poco: es cierto que, ya de hace siglos, se nos ha impuesto la técnica de leer con los ojos, sin musitar siquiera con los labios, y hasta la habilidad de leer en diagonal, de un vistazo, páginas enteras; pero eso no quita, ni acaba de matarlo nunca, la posibilidad de leer en voz alta, esto es, de devolver las palabras escritas a los aires.

Todavía no hace mucho (hasta el triunfo casi global, hace cosa de un siglo, del régimen democrático) duraba en las escuelas mismas la costumbre de que los niños aprendieran de memoria fábulas u otras poesías que pudieran luego recitar en alta voz y hasta uno solo musitárselas a sí mismo de vez en cuando; y duraba en algunos sitios la tradición de poesía popular (es decir, anónima), no sólo de canciones o baladas, sino también de largas epopeyas; que, aunque a veces se anotaran para ayuda de la memoria, volvían a vivir en el canto o recitado; y hasta, ¡qué diablos!, yo mismo (ya ves, lector, cómo es uno de viejo y fiel) no hago más que arrancar de los escritos donde las he aprendido largas tiradas de Homero, Safó, Píndaro, Virgilio, Horacio, fray Luis de León, Machado, Unamuno..., para echarlas al aire mientras me afeito o canturreármelas para adormecerme un poco al estrépito de la feria.

Claro está, lector, que, al leer así, al volver de la escritura a la lengua viva y dejar a las palabras libres por el aire, ellas van inevitablemente a mudarse, a olvidarse de la fidelidad a lo escrito y venir a dar, con más o menos aciertos o desgracias, en incesantes variaciones, como sólo en variaciones la poesía anónima vivía: ése es el peligro de esta manera de leer, y ésa es (o ¿qué otra cosa te creías?) la libertad; la de las palabras, hombre."

Agustín García Calvo, El País, 12 de julio de 2009.

viernes, 3 de julio de 2009

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"Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos."

Pablo Neruda.