sábado, 28 de febrero de 2009

GUERRA PERMANENTE.

"Existe un estado de guerra permanente desde que existe una industria permanente del armamento."

Rafael Sánchez Ferlosio.

viernes, 27 de febrero de 2009

JARDÍN DE FLORES CURIOSAS (XIII)

La muerte de la anciana de 98 años Yang Huanyi, en la provincia de china de Hunan, el 23 de septiembre de 2004, habría pasado desapercibida para el mundo si no fuese por el hecho que de que la mujer, viuda de un granjero, era la última persona del planeta que hablaba la curiosa lengua nushu, hablada en Hunan exclusivamente por mujeres.
Yang, la última hablante de nushu, fue una de las principales representantes de China en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre la Mujer, celebrada en Pekín en 1995 y aprovechó esa ocasión para entregar a los estudiosos gran parte de las cartas, poemas y artículos que había escrito en ese lenguaje, que fueron recopilados por la prestigiosa Universidad de Qinghua en un libro publicado este año.
Según se cree, el código secreto desaparecido con la anciana china habría sido creado hacia el siglo III de nuestra era y trasmitido desde entonces de generación en generación sólo a las mujeres. El nushu, que fue descubierto en 1998 por una profesora china, era el único lenguaje del mundo hablado exclusivamente por mujeres y casi no ha quedado documentación escrita, puesto que desde muy antiguo era costumbre quemar o enterrar con los muertos los manuscritos en nushu.
¿Cómo surgió esta lengua? Hace 1.700 años, las mujeres chinas estaban privadas de una educación formal y vivían encerradas en las casas de sus padres o de sus maridos, sometidas a la autoridad masculina, sin posibilidades de aprender a leer y escribir el idioma de los hombres. Fue así como aquellas campesinas analfabetas inventaron un idioma propio, que está considerado por los lingüistas como un sistema de comunicación único porque no tiene ningún paralelo hablado. Nushu en chino quiere decir escritura de mujeres. Además de literatura y folclore, las inscripciones en esta lengua pueden verse en diarios y abanicos donde se han encontrado reflexiones íntimas, consejos, correspondencia, así como descripciones de bombardeos y guerras.
Con el paso de los años se fue perdiendo esta especie de código secreto femenino hasta desaparecer por completo con la muerte de la señora Yang, por lo que el gobierno chino se está esforzando ahora por recoger y recopilar los escritos, a fin de poder conservarlo como parte valiosa de la rica herencia cultural china.
Uno de los documentos recuperados dice: "Los hombres se atreven a salir de casa para enfrentarse al mundo exterior, pero las mujeres no son menos valientes al crear un lenguaje que ellos no pueden entender". Otro señala: "Debemos establecer relaciones de hermanas desde la juventud y comunicarnos a través de la escritura secreta".
El idioma mandarín, como fundamento institucional de la cultura, incorporaba su estructura autoritaria, jerárquica y solemne, mientras que el nushu era para las mujeres la lengua de la vida cotidiana, de las emociones, de la espontaneidad, del mundo natural, de los sueños y de los deseos.
Por esa razón, en nushu las mujeres solían escribir las "Cartas del tercer día", unos folletos escritos sobre tela en los que trasmitían a sus hijas consejos sobre el matrimonio. Las "Cartas del tercer día", que contenían también canciones compuestas en nushu que expresaban sueños, esperanzas y sentimientos de las mujeres, eran enviadas a las novias el tercer déa después de la boda.
El ya desaparecido idioma de las mujeres contaba con unas 2.000 palabras, se escribía en columnas verticales, de izquierda a derecha y muchos de sus caracteres se inspiraron en los chinos, pero eran más estilizados, graciosos y personalizados. El lenguaje, que también se habló en otras zonas del sur de China, es una evolución de sistemas de escritura de hace más de 3 mil años utilizados por la civilización Yin, en la cuenca del río Yangtsé.
La extinción del nushu es apenas una pequeña parte de una tragedia mayor: la mitad de las lenguas que son habladas hoy se extinguirán antes del fin del siglo XXI; cada dos semanas muere una lengua en el mundo.

CARTA DE MARCEL PROUST A GENEVIÈVE STRAUS.

"Madame:

Amo a las mujeres misteriosas, puesto que vos sois una de ellas, y lo he dicho con frecuencia en Le banquet, en el que a menudo me habría gustado que usted se reconociese a sí misma. Pero ya no puedo seguir amándola por completo, y le diré por qué, aunque no sirva de nada, pues bien sabe usted que uno pasa el tiempo haciendo cosas inútiles o, incluso, perniciosas, sobre todo cuando se está enamorado, aunque sea poco. Cree que cuando alguien se hace demasiado accesible deja que se evaporen sus encantos, y yo creo que es verdad. Pero déjeme decirle qué sucede en su caso. Uno habitualmente la ve con veinte personas o, mejor dicho, a través de veinte personas, porque el joven es el más alejado de usted. Pero imaginemos que, después de muchos días, uno consigue verla a solas. Usted sólo dispone de cinco minutos, e incluso durante esos cinco minutos está pensando en otra cosa. Pero eso no es todo. Si alguien le habla a usted de libros, usted lo encuentra pedante; si alguien le habla de gente, a usted le parece indiscreto (si le cuentan) y curioso (si le preguntan); y si alguien le habla de usted misma, a usted le parece ridículo. Y así, uno tiene cien oportunidades de no encontrarla deliciosa, cuando de repente usted realiza algún pequeño gesto que parece indicar una leve preferencia, y uno vuelve a quedar atrapado. Pero usted no está lo bastante imbuida de esta verdad (yo no creo que esté imbuida de ninguna verdad): que muchas concesiones deberían dársele al amor platónico. Como yo deseo obedecer sus preciosos preceptos que condenan el mal gusto, no entraré en detalles. Pero píenselo, se lo suplico. Tenga alguna indulgencia hacia el ardiente amor platónico que usted despierta, si todavía se digna creer y aprobarlo.

Su respetuosamente leal,
Marcel Proust"

Según cuentan sus biógrafos, Marcel Proust fue un hombre con terribles conflictos sexuales. Amó por igual a hombres y mujeres, aunque no siempre fuera correspondido. Una de las mujeres de las que se enamoró fue Geneviève Straus, viuda del compositor Georges Bizet y una de las damas de sociedad más importantes de su época. Era 20 años mayor que Proust y a su alrededor se reunía la crema y nata de la intelectualidad francesa, incluido Proust. Incluso, fue ella la primera lectora de En busca del tiempo perdido.

jueves, 26 de febrero de 2009

FAUSTO.

"¡Reina de la noche, dígnate dirigir tu última mirada sobre mi miseria, ya que tantas veces, después de la media noche, me has visto velar en este pupitre! Siempre te me mostrabas entonces, pobre amiga, sobre un montón de libros y papeles. [...] Miserable agujero de pared tenebrosa, en el que sólo a duras penas penetra la grata luz del cielo, y en el quepor todo horizonte descubro este montón de libros roídos por los gusanos y legajos de papel empolvados que llegan hasta el techo."

Johann W. Goethe (1749-1832)

domingo, 22 de febrero de 2009

ADVERTENCIA SINGULAR.

"Hoy, 23 de enero de 1862, he sufrido una advertencia singular, he sentido pasar sobre mí el viento del ala de la imbecilidad."

Charles Baudelaire (1821-1867)

viernes, 20 de febrero de 2009

LETRA.

Si osase decir mi boca
lo que siente el alma mía,
señora, tocar querría
donde la camisa os toca.

No es mucho no tener tasa
este temor de perderos,
pues, señora, en el quereros
de la misma suerte pasa:

desde el chapín a la boca
os adora el alma mía,
y sólo tocar querría
donde la camisa os toca.

Si os viese yo, mi señora,
y sin camisa os tocase,
y otro bien no desease
aquesta alma que os adora,

y entonces ojos y boca
tocase la boca mía,
lo demás yo tocaría
donde la camisa os toca.

Siento yo extrañamente
de ver que os está tocando,
con morir deseando
lo que ella goza y no siente;

pues diferencia hay poca
de su tocadura y mía,
señora, tocar querría
donde la camisa toca.

Anónimo del s. XVI

jueves, 19 de febrero de 2009

RAFAEL SÁNCHEZ FERLOSIO.

"Si a mí se me pidiese un nombre, uno solo, entre los aparecidos en la novela española de posguerra, con mayores posibilidades de supervivencia, es decir, con categoría suficiente para afrontar la inmortalidad literaria, yo daría, sin vacilar, el de Rafael Sánchez Ferlosio. Pero no es solamente ésta la razón por la que yo le otorgo la primacía de la promoción de "los niños de la guerra" -pese a su muy escasa obra-, sino porque su libro fundamental, El Jarama, se me antoja una síntesis perfecta de las cualidades de este grupo y porque, a su vez, El Jarama se ha erigido en patrón de no pocos narradores que han ido apareciendo con posterioridad; esto es, ha hecho escuela. (Ya veremos también cómo buena parte de la novela social-realista toma de este libro no la intención sino la técnica, ese descarnado objetivismo que tal vez nació como un experimento aislado antes que como un camino viable para la novela).

Basta conocer a Ferlosio para adivinar en él al hombre impar, el hombre diferente, para descubrir a través de su conversación una veta de genio y de ingenio que le individualiza; Ferlosio, en cualquier circunstancia, se mostrará indiferente a las seducciones del tópico y la uniformidad. Ferlosio será siempre Ferlosio, es decir, un hombre que haga lo que haga -vivir o escribir- lo hará siempre a su aire, desdeñando la rutina y las convenciones sociales. ¿Quiere decir esto que Rafael Sánchez Ferlosio es uno de los hombres que quedará en las letras españolas? He aquí, aunque otra cosa parezca, una difícil pregunta, con una sencilla respuesta: Ferlosio quedará si él se lo propone; si él decide un día seguir escribiendo. ¿Quiere usted decir que un hombre tan bien dotado, con unas cualidades excepcionales para el menester literario, puede abandonar espontáneamente la partida? Exactamente. Ferlosio no sólo puede abandonar la partida sino que de hecho, en punto a la novela, la tiene ya abandonada; esto es, desde que alcanzó el Premio Nadal a nuestros días, no creo que haya llenado una sola cuartilla con una intención puramente literaria. Tal posición ya da idea de la especial personalidad de este autor, que, como es sabido, linda con la literatura por todas partes: su padre es Rafael Sánchez Mazas, autor de La vida nueva de Pedrito Andía, y su mujer, Carmen Martín Gaite, digna novelista de la generación de "los niños de la guerra", también. Pero a estas alturas podría decirse que Ferlosio está hastiado de literatura. De momento, tras su resonante triunfo con El Jarama, Ferlosio se empecina en considerar la novela como un quehacer poco serio. De poco valen con él los argumentos de editores y amigos. Ferlosio no quiere saber nada; no quiere oír hablar de novela. La novela, sencillamente, le aburre. Es más, pese a tener compuestos dos hermosos relatos, uno sobre la venta de un potro en un ferial castellano y sobre el viaje a Madrid de un palurdo el otro, se niega terminantemente a editarlos. "Estas cosas -decía a José Vergés, su editor- son tonterías." Ferlosio es honesto consigo mismo; esto es, su determinación -definitiva o no, equivocada o no- no es el fruto de una pose, sino consecuencia lógica de su carácter. La literatura en esencia le parece un menester insulso, y él no quiere incurrir en él. Prefiere dedicar su tiempo a los estudios lingüísticos o al ensayo breve. Tengo entendido que Rafael Sánchez Ferlosio realiza desde hace tiempo trabajos de gramática y filología, trabajos que ignoro si algún día verán la luz, pero que, en cualquier caso, mostrarán la genialidad que portan dentro de sí todas las obras -incluidos los dibujos que realiza para entretenimiento de su hija- de este autor.

Después de todo, el verdadero talento, el auténtico genio, encubre casi inevitablemente excentricidades. De otro lado, la indolencia le viene de atrás (su padre, Rafael Sánchez Mazas, una de las mejores plumas de la generación de anteguerra, deja pasar lustros sin manifestarse). Ferlosio es inconstante y tornadizo y por ello es comprensible que lo que ayer le sedujo hoy le reviente. El tiempo nos dirá si su fobia hacia la novela es definitiva o si, tan espontáneamente como se fue, vuelve a ella. La narrativa española sería la primera en beneficiarse de este retorno.
Sea como quiera, la vida de Ferlosio marcha acorde con su postura ante el arte. Ferlosio aparenta solazarse buscando las vueltas a los convencionalismos. Si la gente duerme de noche, él duerme de día; si la gente se ajusta a un horario de trabajo, él trabaja en anárquico desorden; si la gente se encadena a una rutina de distracciones, tertulias, etcétera, él se distrae o charla cuando le da la gana. Ferlosio no se sujeta a la tiranía de una vida metódica. A veces desaparece de la circulación durante semanas. Otras se encierra en una habitación, solo, durante días. Al cabo, aparece, ojeroso, las barbas crecidas, pálido. Nadie sabe si estuvo trabajando -ni en qué- ni si estuvo durmiendo. Su mujer no muestra la menor extrañeza ante su conducta estrafalaria. Muchacha inteligente, se acomoda a estas extravagancias con toda naturalidad y le pone de comer. Él, no obstante, consciente de su carácter difícil, de sus eclipses domésticos sin aparente justificación, compadece a su esposa, de la que dice, en una de sus frases geniales, transida de un humorismo sombrío: "Carmen es como una viuda que tuviera el muerto en casa".
Decididamente, Rafael Sánchez Ferlosio, ni como hombre ni como escritor, es un ser vulgar.

Ahora bien, aparte de excentricidades, ¿qué veo yo en este autor para concederle tan amplio crédito? Lo diré en pocas palabras: en Ferlosio se da una mezcla de imaginación, observación y sentido del humor que no veo en ninguno de sus coetáneos. Con una, también rara, particularidad: estos ingredientes los manipula con tan espontánea naturalidad que sus libros, lejos de parecernos algo elaborado, se asemejan a los frutos y las flores silvestres, crecen espontánea, naturalmente. No son las suyas obras primorosas a base de retoques. Y si lo fueran, nadie advertiría tras su lectura cuáles fueron los personajes más afanosamente trabajados. Son libros inconsútiles, donde no se advierten costuras ni añadidos. Tanto Alfanhuí como El Jarama son obras de una pieza, libros que se dirían escritos de un tirón, fraguados a una temperatura uniforme, donde sus elementos se conjugan con tanta maestría que el conjunto no se resiente ni por exceso ni por defecto.

No pocos críticos, entre ellos Alborg, dicen que es difícil juzgar a un autor a través de dos libros tan dispares como Alfanhuí y El Jarama. Yo, en cambio, no veo tan dispares ambas obras. Es más, creo que tanto en una como en otra está Ferlosio entero. El que en Alfanhuí predomine la imaginación del poeta y en El Jarama el conductismo más estricto no quiere decir que pueda dudarse un momento de la paternidad de ambos. Lo que sucede es que estamos tan habituados a juzgar las obras por sus técnicas que olvidamos lo fundamental: el autor. Ferlosio pudo firmar Alfanhuí con letra cursiva y El Jarama con letra redonda, pero la rúbrica será la misma. En Alfanhuí no se prescinde jamás de una apoyatura real, ni en los ambientes ni en los diálogos. Alfanhuí es un maravilloso libro donde se hace realidad lo que no existe. El Jarama es un libro no menos maravilloso, donde se hace poesía de lo vulgar. Ferlosio en El Jarama nos da una receta no nueva -el objetivismo tímido lo lleva a sus últimas consecuencias- mediante la que enaltece la rutina de cada día. En suma, el que Ferlosio cargue de fantasía su primer libro y de vulgar realidad el segundo, no quiere decir que sus libros sean opuestos; bien se ve, tras una lectura atenta, que provienen de la misma fuente. El hecho de que el primero sea un devaneo poético y el segundo un relato realista nos demuestra la capacidad de Ferlosio para exponer su mundo desde muy diferentes enfoques; pero su mundo está lo mismo en un libro que en otro. En Alfanhuí nos demuestra que su potencia de inventiva es tan sutil, al menos, como las dotes de observador que evidencia en El Jarama.

Fantasía y observación. De esta segunda cualidad no anda mal la novela española, pero sí de imaginación. De ahí, el alto rango que yo concedo a Alfanhuí, un libro cautivador en todas las latitudes, pero esencialmente en España, hechos como estamos a una literatura a ras de tierra. Alfanhuí es una vaharada de aire puro, una obra jugosa y fresca en cuya peripecia uno se ve inmerso desde el primer capítulo, se identifica con ella hasta tal punto que llega a admitir como real el hecho de que un niño cuelgue unos lagartos al sol para obtener de sus escurriduras preciosos tintes. Y nada digamos de las aventuras posteriores de este niño y de los prodigiosos personajes con que se tropieza. Para mí, Alfanhuí tiene mucho de novela neopicaresca -con picardía idealizada, en fino-, un libro originalísimo, entroncado, sin embargo, con la mejor literatura española.

He dicho que el don de observación es el don mejor repartido entre los novelistas españoles de posguerra. Sin embargo, justo es añadir que ninguno ha alcanzado tampoco en este terreno la finura y la sutileza, la fidelidad y la penetración de Rafael Sánchez Ferlosio. El sentido de observación que, aunque a algunos sorprenda, ya manifiesta con nitidez en Alfanhuí, alcanza en El Jarama auténtico virtuosismo. Nunca se han escrito en España unos diálogos tan vivos como los de El Jarama. No creo necesario insistir en que El Jarama es su diálogo. Toda la gracia, la mediocridad, el hastío, la pereza mental, la ambición, los convencionalismos de una raza están ahí expuestos con las mismas palabras con que se exponen cada domingo veraniego en cualquier rincón de España. Quienes afirman que los diálogos de El Jarama no son naturales sino elaborados, demuestran tener muy poco oído, un don de observación desarrollado de manera incompleta. Estoy de acuerdo con Nora [Eugenio de Nora, poeta, crítico e historiador] en que El Jarama no trata de retratar a una determinada clase social. Creo que en todos los estratos sociales españoles escucharíamos en sus ratos de esparcimiento las mismas insustancialidades, con ligeras variantes de sintaxis y entonación, que oímos a esa docena de muchachos y muchachas un domingo a orillas del río Jarama. Es claro que los críticos, algunos críticos, han pretendido ver más cosas por debajo de esta novela. Por ejemplo, no faltó quien vio una alusión a la guerra civil en el paso fragoroso, atronador, de un tren por un puente sobre el río. Ferlosio se reía al leer esta interpretación y comentaba: "Pues la verdad, no se me había ocurrido".

Si no tuviéramos sus libros, bastarían estas anécdotas para acreditar su agudo sentido del humor. La ironía de Ferlosio es la que lubrica sus obras y la que le distancia -literalmente le separa- de sus compañeros de promoción y de no pocos novelistas de otros grupos. La delicada y soterrada zumba de Ferlosio, pese a no haber sido subrayada, que yo sepa, por nadie, con la insistencia que merece, es la que termina de caracterizarle y de imprimir a su arte unas resonancias clásicas y una estela perdurable. Ferlosio, como agudo humorista que es, no se esfuerza en hacer humor (el humor elaborado es lo más triste del mundo). El humor fluye de los diálogos -no olvidemos las escenas del merendero en El Jarama-, de las situaciones o de los tipos, y tanto vale aquí que recordemos al Coca-Coña, a Mauricio o al alemán de El Jarama como al herborista o al don Zana de Las industrias y andanzas de Alfanhuí. En resumen, y por encima de la gracia narrativa, de la capacidad fabuladora -¡qué gran autor de cuentos infantiles podría ser Ferlosio!- y de las dotes de observador de este autor, yo coloco su sentido del humor, su ingenio, la piadosa ironía con que contempla y transcribe las más vulgares escenas de la mediocridad humana.

Ya comprendo que para disfrutar de este escritor en toda su intensidad habrá que prescindir de traducciones y conocer el castellano con exactitud. De otra manera, inevitablemente, se nos escaparán matices sabrosísimos. A este respecto, recuerdo que una de las versiones de la obra, creo que francesa, al traducir la frase: "Pásame el Bambú" (el Bambú es, en España, al tiempo que una caña que se utiliza para pescar, una marca de papel de fumar) dice: "Pásame la caña", con lo que no sólo la gracia sino la significación literal de la frase quedan desbaratadas. He aquí un botón de muestra bastante significativo."

Miguel Delibes.

martes, 17 de febrero de 2009

NO SE CULPE A NADIE.

"El frío complica siempre las cosas, en verano se está tan cerca del mundo, tan piel contra piel, pero ahora a las seis y media su mujer lo espera en una tienda para elegir un regalo de casamiento, ya es tarde y se da cuenta de que hace fresco, hay que ponerse el pulóver azul, cualquier cosa que vaya bien con el traje gris, el otoño es un ponerse y sacarse pulóveres, irse encerrando, alejando. Sin ganas silba un tango mientras se aparta de la ventana abierta, busca el pulóver en el armario y empieza a ponérselo delante del espejo. No es fácil, a lo mejor por culpa de la camisa que se adhiere a la lana del pulóver, pero le cuesta hacer pasar el brazo, poco a poco va avanzando la mano hasta que al fin asoma un dedo fuera del puño de lana azul, pero a la luz del atardecer el dedo tiene un aire como de arrugado y metido para adentro, con una uña negra terminada en punta. De un tirón se arranca la manga del pulóver y se mira la mano como si no fuese suya, pero ahora que está fuera del pulóver se ve que es su mano de siempre y él la deja caer al extremo del brazo flojo y se le ocurre que lo mejor será meter el otro brazo en la otra manga a ver si así resulta más sencillo. Parecería que no lo es porque apenas la lana del pulóver se ha pegado otra vez a la tela de la camisa, la falta de costumbre de empezar por la otra manga dificulta todavía más la operación, y aunque se ha puesto a silbar de nuevo para distraerse siente que la mano avanza apenas y que sin alguna maniobra complementaria no conseguirá hacerla llegar nunca a la salida. Mejor todo al mismo tiempo, agachar la cabeza para calzarla a la altura del cuello del pulóver a la vez que mete el brazo libre en la otra manga enderezándola y tirando simultáneamente con los dos brazos y el cuello. En la repentina penumbra azul que lo envuelve parece absurdo seguir silbando, empieza a sentir como un calor en la cara aunque parte de la cabeza ya debería estar afuera, pero la frente y toda la cara siguen cubiertas y las manos andan apenas por la mitad de las mangas. por más que tira nada sale afuera y ahora se le ocurre pensar que a lo mejor se ha equivocado en esa especie de cólera irónica con que reanudó la tarea, y que ha hecho la tonteria de meter la cabeza en una de las mangas y una mano en el cuello del pulóver. Si fuese así su mano tendria que salir fácilmente pero aunque tira con todas sus fuerzas no logra hacer avanzar ninguna de las dos manos aunque en cambio parecería que la cabeza está a punto de abrirse paso porque la lana azul le aprieta ahora con una fuerza casi irritante la nariz y la boca, lo sofoca más de lo que hubiera podido imaginarse, obligándolo a respirar profundamente mientras la lana se va humedeciendo contra la boca, probablemente desteñirá y le manchará la cara de azul. Por suerte en ese mismo momento su mano derecha asoma al aire al frío de afuera, por lo menos ya hay una afuera aunque la otra siga apresada en la manga, quizá era cierto que su mano derecha estaba metida en el cuello del pulóver por eso lo que él creía el cuello le está apretando de esa manera la cara sofocándolo cada vez más, y en cambio la mano ha podido salir fácilmente. De todos modos y para estar seguro lo único que puede hacer es seguir abriéndose paso respirando a fondo y dejando escapar el aire poco a poco, aunque sea absurdo porque nada le impide respirar perfectamente salvo que el aire que traga está mezclado con pelusas de lana del cuello o de la manga del pulóver, y además hay el gusto del pulóver, ese gusto azul de la lana que le debe estar manchando la cara ahora que la humedad del aliento se mezcla cada vez más con la lana, y aunque no puede verlo porque si abre los ojos las pestañas tropiezan dolorosamente con la lana, está seguro de que el azul le va envolviendo la boca mojada, los agujeros de la nariz, le gana las mejillas, y todo eso lo va llenando de ansiedad y quisiera terminar de ponerse de una vez el pulóver sin contar que debe ser tarde y su mujer estará impacientándose en la puerta de la tienda. Se dice que lo más sensato es concentrar la atención en su mano derecha, porque esa mano por fuera del pulóver está en contacto con el aire frío de la habitación es como un anuncio de que ya falta poco y además puede ayudarlo, ir subiendo por la espalda hasta aferrar el borde inferior del pulóver con ese movimiento clásico que ayuda a ponerse cualquier pulóver tirando enérgicamente hacia abajo. Lo malo es que aunque la mano palpa la espalda buscando el borde de lana, parecería que el pulóver ha quedado completamente arrollado cerca del cuello y lo único que encuentra la mano es la camisa cada vez más arrugada y hasta salida en parte del pantalón, y de poco sirve traer la mano y querer tirar de la delantera del pulóver porque sobre el pecho no se siente más que la camisa, el pulóver debe haber pasado apenas por los hombros y estará ahi arrollado y tenso como si él tuviera los hombros demasiado anchos para ese pulóver lo que en definitiva prueba que realmente se ha equivocado y ha metido una mano en el cuello y la otra en una manga, con lo cual la distancia que va del cuello a una de las mangas es exactamente la mitad de la que va de una manga a otra, y eso explica que él tenga la cabeza un poco ladeada a la izquierda, del lado donde la mano sigue prisionera en la manga, si es la manga, y que en cambio su mano derecha que ya está afuera se mueva con toda libertad en el aire aunque no consiga hacer bajar el pulóver que sigue como arrollado en lo alto de su cuerpo. Irónicamente se le ocurre que si hubiera una silla cerca podría descansar y respirar mejor hasta ponerse del todo el pulóver, pero ha perdido la orientación después de haber girado tantas veces con esa especie de gimnasia eufórica que inicia siempre la colocación de una prenda de ropa y que tiene algo de paso de baile disimulado, que nadie puede reprochar porque responde a una finalidad utilitaria y no a culpables tendencias coreográficas. En el fondo la verdadera solución sería sacarse el pulóver puesto que no ha podido ponérselo, y comprobar la entrada correcta de cada mano en las mangas y de la cabeza en el cuello, pero la mano derecha desordenadamente sigue yendo y viniendo como si ya fuera ridiculo renunciar a esa altura de las cosas, y en algún momento hasta obedece y sube a la altura de la cabeza y tira hacia arriba sin que él comprenda a tiempo que el pulóver se le ha pegado en la cara con esa gomosidad húmeda del aliento mezclado con el azul de la lana, y cuando la mano tira hacia arriba es un dolor como si le desgarraran las orejas y quisieran arrancarle las pestañas. Entonces más despacio, entonces hay que utilizar la mano metida en la manga izquierda, si es la manga y no el cuello, y para eso con la mano derecha ayudar a la mano izquierda para que pueda avanzar por la manga o retroceder y zafarse, aunque es casi imposible coordinar los movimientos de las dos manos, como si la mano izqulerda fuese una rata metida en una jaula y desde afuera otra rata quisiera ayudarla a escaparse, a menos que en vez de ayudarla la esté mordiendo porque de golpe le duele la mano prisionera y a la vez la otra mano se hinca con todas sus fuerzas en eso que debe ser su mano y que le duele, le duele a tal punto que renuncia a quitarse el pulóver, prefiere intentar un último esfuerzo para sacar la cabeza fuera del cuello y la rata izquierda fuera de la jaula y lo intenta luchando con todo el cuerpo, echándose hacia adelante y hacia atrás, girando en medio de la habitación, si es que está en el medio porque ahora alcanza a pensar que la ventana ha quedado abierta y que es peligroso seguir girando a ciegas, prefiere detenerse aunque su mano derecha siga yendo y viniendo sin ocuparse del pulóver, sunque su mano izquierda le duela cads vez más como si tuviera los dedos mordidos o quemados, y sin embargo esa mano le obedece, contrayendo poco a poco los dedos lacerados alcanza a aferrar a través de la manga el borde del pulóver arrollado en el hombro, tira hacia abajo casi sin fuerza, le duele demasiado y haría falta que la mano derecha ayudara en vez de trepar o bajar inútilmente por las piernas en vez de pellizcarle el muslo como lo está haciendo, arañándolo y pellizcándolo a través de la ropa sin que pueda impedírselo porque toda su voluntad acaba en la mano izquierda, quizá ha caído de rodillas y se siente como colgado de la mano izquierda que tira una vez más del pulóver y de golpe es el frío en las cejas y en la frente, en los ojos, absurdamente no quiere abrir los ojos pero sabe que ha salido fuera, esa materia fria, esa delicia es el aire libre, y no quiere abrir los ojos y espera un segundo, dos segundos, se deja vivir en un tiempo frío y diferente, el tiempo de fuera del pulóver, está de rodillas y es hermoso estar así hasta que poco a poco agradecidamente entreabre los ojos libres de la baba azul de la lana de adentro, entreabre los ojos y ve las cinco uñas negras suspendidas apuntando a sus ojos, vibrando en el aire antes de saltar contra sus ojos, y tiene el tiempo de bajar los párpados y echarse atrás cubriéndose con la mano izquierda que es su mano, que es todo lo que le queda para que lo defienda desde dentro de la manga, para que tire hacia arriba el cuello del pulóver y la baba azul le envuelva otra vez la cara mientras se endereza para huir a otra parte, para llegar por fin a alguna parte sin mano y sin pulóver, donde solamente haya un aire fragoroso que lo envuelva y lo acompañe y lo acaricie y doce pisos."

Julio Cortázar.

lunes, 16 de febrero de 2009

LAS BEATRICES PRODUCEN AMORES INCONMENSURABLES.

"-Don Pablo -declaró solemne-. Estoy enamorado.
El poeta hizo del telegrama un abanico y procedió a sacudir ante su barbilla.
- Bueno -repuso- no es tan grave. Eso tiene remedio.
- ¿Remedio? Don Pablo, si eso tiene remedio, yo sólo quiero estar enfermo. Estoy enamorado, perdidamente enamorado.
La voz del poeta, tradicionalmente lenta, pareció dejar caer estas dos piedras, en vez de palabras.
- ¿Contra quién?
- ¿Don Pablo?
- ¿De quién, hombre?
- Se llama Beatriz.
- ¡Dante, diantres!
-¿Don Pablo?
- Hubo una vez un poeta que se enamoró de una tal Beatriz. Las Beatrices producen amores inconmensurables."

Antonio Skármeta.

miércoles, 11 de febrero de 2009

ESCRITORES.

"La mayor objeción a la actitud de los escritores y lectores de hoy es para mí la de que las inteligencias están como contraídas a lo actual, o sea como embotadas para lo distinto y, sobre todo, para lo pasado."

Rafael Sánchez Ferlosio.

lunes, 9 de febrero de 2009

ARTAUD A LOS RECTORES DE LAS UNIVERSIDADES EUROPEAS.

"Señor rector:

En la estrecha cisterna que llamáis "Pensamiento": los rayos del espíritu se pudren como parvas de paja. Basta de juegos de palabras, de artificios de sintaxis, de malabarismos formales; hay que encontrar - ahora - la gran Ley del corazón, la Ley que no sea una ley, una prisión, sino una guía para el Espíritu perdido en su propio laberinto. Más allá de aquello que la ciencia jamás podrá alcanzar, allí donde los rayos de la razón se quiebran contra las nubes, ese laberinto existe, núcleo en el que convergen todas las fuerzas del ser, las últimas nervaduras del Espíritu. En ese dédalo de murallas movedizas y siempre trasladadas, fuera de todas las formas conocidas de pensamiento, nuestro Espíritu se agita espiando sus mas secretos y espontáneos movimientos, esos que tienen un carácter de revelación, ese aire de venido de otras partes, de caído del cielo.

Pero la raza de los profetas se ha extinguido. Europa se cristaliza, se momifica lentamente dentro de las ataduras de sus fronteras, de sus fábricas, de sus tribunales, de sus Universidades. El Espíritu "helado" cruje entre las planchas minerales que lo oprimen. Y la culpa es de vuestros sistemas enmohecidos, de vuestra lógica de dos y dos son cuatro; la culpa es de vosotros - Rectores - atrapados en la red de los silogismos. Fabricáis ingenieros, magistrados, médicos a quienes escapan los verdaderos misterios del cuerpo, las leyes cósmicas del ser; falsos sabios, ciegos en el más allá, filósofos que pretenden reconstruír el Espíritu. El más pequeño acto de creación espontánea constituye un mundo más complejo y más revelador que cualquier sistema metafísico.

Dejadnos, pues, Señores; sois tan solo usurpadores. ¿Con qué derecho pretendéis canalizar la inteligencia y extender diplomas de Espíritu?

Nada sabéis del Espíritu, ignoráis sus más ocultas y esenciales ramificaciones, esas huellas fósiles tan próximas a nuestros propios orígenes, esos rastros que a veces alcanzamos a localizar en los yacimientos más oscuros de nuestro cerebro.

En nombre de vuestra propia lógica, os decimos: la vida apesta, señores. Contemplad por un instante vuestros rostros, y considerad vuestros productos. A través de las cribas de vuestros diplomas, pasa una juventud demacrada, perdida. Sois la plaga de un mundo, Señores, y buena suerte para ese mundo, pero que por lo menos no se crea a la cabeza de la humanidad."

Los textos de Antonin Artaud, impregnados de un abierto ardor insurreccional, están redactados en forma de cartas abiertas, publicados en 1925 en el tercer número de La Révolution Surréaliste, y dirigidos contra aquellas instituciones o sus representantes frente a los cuales el surrealismo comienza a organizar ya su clamor de protesta.

viernes, 6 de febrero de 2009

LA VIDA, INSTRUCCIONES DE USO.

"Me gusta la vida rodeado de campo, donde puedo entre líneas encender mi chimenea; me gusta estudiar porque desde joven quise enriquecer mi hoy con el conocimiento del ayer; me gusta la vida que tengo ahora porque es buena para envejecer y servir a los míos con devoción; no me gustan las prisas, las chapuzas ni la política del hecho consumado; detesto la mentira y la reducción simplificadora; las mujeres coquetas y al que cifra su ambición en mandar sobre otros. Me dan lástima quienes olvidan la vida física tal cual es regalándosela a un mañana incierto, y desconfío de quienes confunden su confundida melancolía con estados generales. Con la ternura soy ambivalente: es la médula de mis huesos aunque corta como una navaja con sus nostalgias."

Antonio Escohotado.

miércoles, 4 de febrero de 2009

NO ME TAPÉIS EL SOL.

Diógenes de Sínope fue el filósofo griego más famoso de la secta cínica. Vivió en el siglo IV antes de Cristo. Fue una figura muy interesante y controvertida. Vivía como un mendigo, tenía unas necesidades mínimas, era sincero con los poderosos hasta la impertinencia. Se le atribuyen muchas anécdotas, recogidas en diferentes fuentes, muy especialmente en la obra Vidas de filósofos ilustres, escrita por su tocayo Diógenes Laercio en el siglo III d.C.

La anécdota más curiosa y famosa de entre las atribuidas al filósofo se refiere a su encuentro con el emperador Alejandro Magno. Se cuenta que, estando Diógenes en Corinto, dormía en un tonel o tinaja. Una vez llegó a la ciudad Alejandro, con su aparatoso ejército. Toda la población de Corinto fue a recibir al emperador, pero Diógenes era absolutamente indiferente al boato del rey, y se quedó sesteando ante su tonel. Entonces fue el propio Alejandro Magno quien, conocedor de la fama del filósofo, buscó a Diógenes. Le ofreció obsequiarle con los dones que el filósofo le solicitara. Pero Diógenes sólo le pidió una cosa: que el emperador se apartara, para que no le tapara el sol. El episodio es narrado o aludido en numerosas fuentes antiguas grecolatinas, incluyendo a Cicerón (Tusculanae Disputationes 5.32), Valerio Máximo (4.3.ext.4) y Plutarco (Vida de Alejandro 14). He aquí el relato más completo de los tres, el de Plutarco, en traducción castellana:

"Congregados los griegos en el Istmo, decretaron marchar con Alejandro a la guerra contra Persia, nombrándole general; y como fuesen muchos los hombres de Estado y los filósofos que le visitaban y le daban el parabién, esperaba que haría otro tanto Diógenes el de Sínope, que residía en Corinto. Mas éste ninguna cuenta hizo de Alejandro, sino que pasaba tranquilamente su vida en el barrio llamado Craneto; y así hubo de pasar Alejandro a verle. Hallábase casualmente tendido al sol, y habiéndose incorporado un poco a la llegada de tantos personajes, fijó la vista en Alejandro. Saludóle éste, y preguntándole enseguida si se le ofrecía alguna cosa, "muy poco —le respondió—; que te quites del sol". Dícese que Alejandro con aquella especie de menosprecio quedó tan admirado de semejante elevación y grandeza de ánimo, que, cuando retirados de allí empezaron los que le acompañaban a reírse y burlarse, él les dijo: Pues yo a no ser Alejandro, de buena gana fuera Diógenes."

martes, 3 de febrero de 2009

HABLAR Y HACER.

"Sobra la oposición entre hablar y hacer. Domina en nuestro mundo una idea, profundamente arraigada (desde la antítesis griega de érgo «de hecho», frente a lógo «de palabra», hasta la teoría política reciente sobre el paso de teoría a praxis), que contrapone el hablar o razonar con el hacer o práctica real. Al separarlos de ese modo, con ello se justifica y consolida el esquema de relación entre ambos que rige en el comercio y la política habitual, a saber: 1) se habla o razona para llegar a una conclusión, 2) de esa conclusión se deriva un proyecto, programa o plan de acción, 3) se pasa a la práctica y se realiza el plan establecido.

Ya se entiende que, mediante ese esquema, se trata de asegurar que la acción no consista en otra cosa que en hacer lo ya previsto, es decir, hacer lo que ya está hecho; que es justamente lo que conviene para el sustento de las estructuras de política y comercio establecidas y el éxito de sus negocios.

Y se trata, por el otro lado, de que el hablar o razonar, como sometido que está a la busca de conclusiones y a la acción futura, resulte falto de interés en sí, puesto que, al estar destinado a sostener una idea y servir a la presupuesta acción futura, apenas podrá el hablar o razonar (salvo por fallo de la máquina) venir a dar en hallazgos, invenciones ni descubrimientos inesperados.

Ese esquema de la acción también puede describirse más sintéticamente así: que la separación entre el hablar (de la acción) y la acción (de lo previsto) consigue, al poner la acción en el futuro, convertir todo lo que la precede en un tiempo vacío, donde no va a hacerse nada (más que lo que va a hacerse), donde no debe suceder nada (más que lo que está ya sucedido en el futuro).

Y es así como, al mismo tiempo que a la acción se la hace siempre futura (prevista, ideada o planeada por discurso previo), se consigue que el discurso o discusión preparadora de la praxis se vuelva, por así decirlo, aburrido por esencia, privado como está de todo elemento de sorpresa o inesperado: testimonio, las reuniones de negocios, los diálogos de políticos (estén en el poder o estén organizándose para la acción futura) o el mismo discurso académico, destinado a hacer saber lo ya sabido.

A la vez que la acción de lo ya hecho crea, por su planeamiento, el tiempo vacío que le conviene, también queda sumido el hablar y razonar en el tiempo vacío así creado y, por su propio aburrimiento, condenado a la inutilidad.

Por ello será tanto más oportuno recordar lo que la consideración desprevenida y el sentido común entiende: que el hablar y el razonar son una acción, y que no se sabe lo que hablar y razonar puedan hacer cuando se libran de su destino a la acción futura pero ciertamente, lo que hablar y razonar puedan hacer, si pueden algo, lo podrán precisamente en cuanto no estén condenados a llegar a conclusiones, a sostener ideas y a elaborar planes para la acción futura."

Agustín García Calvo.

AMISTAD A LO LARGO.

Pasan lentos los días
y muchas veces estuvimos solos.
Pero luego hay momentos felices
para dejarse ser en amistad.

Mirad:
somos nosotros.

Un destino condujo diestramente
las horas, y brotó la compañía.
Llegaban noches. Al amor de ellas
nosotros encendíamos palabras,
las palabras que luego abandonamos
para subir a más:
empezamos a ser los compañeros
que se conocen
por encima de la voz o de la seña.
Ahora sí. Pueden alzarse
las gentiles palabras
-ésas que ya no dicen cosas-,
flotar ligeramente sobre el aire;
porque estamos nosotros enzarzados
en mundo, sarmentosos
de historia acumulada,
y está la compañía que formamos plena,
frondosa de presencias.
Detrás de cada uno
vela su casa, el campo, la distancia.

Pero callad.
Quiero deciros algo.
Sólo quiero deciros que estamos todos juntos.
A veces, al hablar, alguno olvida
su brazo sobre el mío,
y yo aunque esté callado doy las gracias,
porque hay paz en los cuerpos y en nosotros.
Quiero deciros cómo trajimos
nuestras vidas aquí, para contarlas.
¡Largamente, los unos con los otros
en el rincón hablamos, tantos meses!
que nos sabemos bien, y en el recuerdo
el júbilo es igual a la tristeza.
Para nosotros el dolor es tierno.

¡Ay el tiempo! Ya todo se comprende.

Jaime Gil de Biedma.

lunes, 2 de febrero de 2009

QUIEN LO PROBÓ LO SABE.

"...mas agora, triste de mí, que cuando quiero dormir no puedo, la noche es más larga que querría, cosa que coma no me sabe bien, antes me amarga como hiel, mis manos son innútiles y sin provecho que no tienen fuerça ni se alçan para ayudarme a vestir, mi coraçón no tiene harto tiempo para pensar, solo desseo siempre estar, que ninguno no me dixesse cosa: si esto es bivir, ¿qué cosa puede ser morir?"

Juanot Martorell, Tirante el Blanco, cap. CIII.