jueves, 28 de noviembre de 2013

OBLOMOVISMO.

"-No -respondió suspirando-. Hemos vivido aquí y aquí moriremos. Ilia Iiyivich la miró con ligera emoción: pero ni brillaron con destellos apasionados sus ojos, ni le ahogaron en lágrimas, ni sintió que le transfigurara un invencible impulso. No tenía más que deseos de tumbarse en el canapé y contemplar desde aquel improvisado observatorio sus brazos desnudos." Iván A. Goncharov (1812-1891).

domingo, 3 de noviembre de 2013

PRINCIPIOS.

"Yo no milito bajo ninguna bandera ni bajo ninguna ideología, y no siento el menor respeto hacia la mayoría de políticos que nos gobiernan." Juan Marsé.

martes, 8 de octubre de 2013

LA EDUCACIÓN DE LA EXCELENCIA.

En torno al actual ataque a la enseñanza pública en el Estado español, he recordado una conferencia del escritor Rafael Sánchez Ferlosio en un Instituto de Coria (publicado en La hija de la guerra y la madre de la patria, Destino, 2002). En ella, recuerda que precisamente la enseñanza es, en grado máximo, uno de esos ámbitos de vida pública que el neoliberalismo dominante ve con tanta prevención (con la excusa de tratar de liberar a los individuos del carácter "dirigista" del Estado). Por ello, estos neoliberales confunden la "libertad de enseñanza" con el derecho de los padres a elegir el colegio que les parezca conveniente para sus hijos (desde sus supuestos derechos como contribuyentes y consumidores). También critica Sánchez Ferlosio la "aspiración a la excelencia" en cuyo espejo se complace el individualismo liberal (algo que une a otras virtudes como "el afán de superación" o el viejo y cristiano "espíritu de sacrificio" o, en términos más modernos, "cultura del esfuerzo"). Por el contrario, frente a este espíritu competitivo, y respecto a las notas, Sánchez Ferlosio defiende que las calificaciones deberían dejar de ser evaluativas y reducirse a "aprobado" y "suspenso", evitando que la especificidad de cada conocimiento se difumine en la función instrumental de comparar personas: "Humano no es medirse con los otros hombres, sino ocuparse de las cosas". Otro aspecto polémico es el del papel de las familias, "clientes" y "consumidoras" de ese servicio crecientemente privatizado que es la educación. Creo que la escuela debe ser democrática y estar abierta a la participación social, pero otra cosa es que ésta se limite a "las familias", frecuentemente utilizadas por los sectores neoliberales en las estrategias de privatización social de servicios públicos como la enseñanza. La tutela familiar, como señala Sánchez Ferlosio, no debería extenderse sobre los niños en el ámbito público de la enseñanza, actuando "a la manera de una rémora que le impide (al niño) hacerse verdadero protagonista autorresponsable de su propio interés por los contenidos de las cosas que podían aprender". Se puede así producir un feroz "contubernio entre profesores y familias sobre las cabezas de los niños". Como también ha señalado Fernando Savater, la escuela en ocasiones también nos libera de nuestras familias. Desde la Administración educativa se insiste en la participación e implicación de las familias en la educación, se crean incluso escuelas de padres, padres-tutores de aula... Pero no existe ningún interés en la participación del alumnado. Se abre la escuela a la empresa, pero se cierra a otras organizaciones sociales como las asociaciones vecinales o los sindicatos. También denuncia Sánchez Ferlosio la "educación personalizada" que tanto publicita la escuela de pago y que tienden a imitar los actuales "gestores" de la escuela pública. Pero los fines de la enseñanza, de los conocimientos que trata transmitir, residen en una radical y absoluta impersonalidad, su índole indistintamente válida para todo el común de los mortales. Unos conocimientos que, en el proceso de burocratización al que los somete la ortopedia administrativa, su homologación, reglamentación y unificación, acaban sufriendo grandes destrozos.Y es que muchas veces nos preguntamos los profesores si realmente enseñamos, por ejemplo, filosofía, o simplemente preparamos para la prueba de selectividad; si nos afanamos por cumplir una programación y unos objetivos más que por transmitir "el placer de descubrir"; si nos acercamos a cada niño respetando sus diferencias o medimos cada día el desarrollo de las competencias -esas y no otras- que la administración considera básicas a su edad. Por último, Sánchez Ferlosio trata de "esa degenerada infraespecie del género Libro conocida como libro de texto" frente al que defiende el uso de monografías como procedimiento de iniciación. Frente al compendio ya digerido de los contenidos de la asignatura, Sánchez Ferlosio defiende "un conocimiento empírico, accesible a los sentidos y a la imaginación, enteramente envuelto en las circunstancias contingentes de su propio acceso y el avanzar de las averiguaciones, impregnado en la concreción de los más menudos datos de su tiempo, su espacio, sus gentes, sus lugares...". Mi experiencia es que en ocasiones dedicamos más tiempo en explicar el libro de texto que en ir directamente a explicar los conocimientos que realmente importan. El libro de texto, las unidades didácticas, las programaciones de aula, el desarrollo de las competencias en cada tema, y el propio diario de aula, no son en ocasiones instrumentos para el aprendizaje sino que se convierten en fines en sí mismos, que nos hacen olvidar el verdadero objetivo de la enseñanza. Estos registros deben seguir la terminología y estructura de la moda psicológica del momento, ya sea conductista o constructivista, de una forma acrítica. Y a la vez, estos registros se vacían, o despachan en pocas líneas introductorias, de cualquier consideración sociológica o antropológica. La burocratización se hace tan grande que, el profesorado desconfía de estos registros, administrados a su conveniencia y arbitrariedad por la inspección educativa, con la intencionalidad claramente declarada de medir la productividad del trabajo en el aula, y detectar las desviaciones y errores en la consecución de los objetivos previstos. Una compañera comentaba el otro día en la sala de profesores que, después de varias reuniones en las que le entregaron algunos documentos a cumplimentar y nuevas tareas de tutoría, sólo deseaba que tocara el timbre y poder dar clase (una tarea a la que, pese a sus dificultades, veía más sentido y mucho más próxima a lo que entendía realmente como su trabajo).

lunes, 7 de octubre de 2013

FUNES EL MEMORIOSO.

"Mi memoria, señor, es como un vaciadero de basuras." Jorge Luis Borges.

sábado, 5 de octubre de 2013

GABRIEL FERRATER.

Carl Friedrich V. Weizsäcker era profesor de filosofía en la universidad de Hamburgo (habiendo sido durante el nazismo uno de los padres de la bomba atómica) pero ese otoño de 1963, en la iglesia de San Lorenzo de Frankfurt, le otorgaron el Premio de la Paz de los libreros, dentro de los actos de la Feria Internacional del Libro. Entre los asistentes a tan prestigiada feria se encontraba el enviado de un editor de Hamburgo (Heinrich Ledig Rowohlt), un cuarentón español de Reus llamado Gabriel Ferrater, adicto al beber como Rowohlt, pero además políglota, buen poeta y mejor crítico. También pululaba por los escenarios de la feria una joven y agraciada periodista nortamericana, Jill Jarrell, colaboradora de la agente literaria Carmen Balcells, catalana como Ferrater (esta, leridana afincada en Barcelona, y relacionada con Carlos Barral y el propio Ferrater desde la década anterior). Gabriel acababa de romper con Helena Valentí, con la que vivió unos meses en el barrio londinense de Kensington. Esta tenía trabajo estable como lectora en la universidad de Durham y llevaban un par de años de noviazgo, por lo cual él se buscó, ese mismo año 63, un empleo de traductor en Londres (en la editorial Weidenfeld&Nicholson) que no le duró demasiado, por lo que recordando al editor alemán no se lo pensó dos veces y fue a ver a Rowohlt en Hamburgo. Después, poco le importaba otra cosa que no fuera Jill, a la que deslumbró en la fiesta que dio en Frankfurt un aristócrata alemán y, antes que finalizase la feria del libro, ya estaba hablándola de matrimonio. Efectivamente se casaron por lo civil en Gibraltar (el 2 de septiembre de 1964) pero no tardó él en preterirla por culpa de sus tres grandes vicios irrenunciables: alcohol, tabaco y libros. Libros sobre todo para bebérselos como botellas de ginebra, aunque también para escribirlos desde 1958, año en el que la primavera le hizo poeta. También cabe contar entre sus aficiones obstinadas a las chicas, generalmente mucho más jóvenes que él. Dicha primavera del 58 le impulsaron a escribir poemas a Isabel Rocha (una prima de su amigo Carlos Barral que le dio calabazas por Jaime Salinas). Después de Isabel, pasa a enamorarse de la mencionada Helena, hija de su amigo Eduard Valentí. Pero ya estábamos en el después de Helena, con la rubia Jill Jarrell, que terminó abandonándole harta de sus tres vicios declarados, y de su incapacidad para ganarse la vida con un cierto desahogo económico. En 1969 se divorcian oficialmente y toma el relevo su ángel tutelar, Marta Pessarrodona, que lucha más que él mismo contra el alcohol, ya enemigo declarado y triunfante sobre el poeta suicida. Cuando las cosas empiezan a irle bien, gracias a la lingüística, su última pasión, y al halo misterioso de erudito rebelde y profesor en vaqueros que arroba a sus alumnas de la Autónoma, inexplicablemente todavía, la madrugada del 27 de abril de 1972, se toma somníferos de más y se ata al cuello una bolsa de basura, de esas de plástico, en la que ha metido la cabeza para acabar con todo. Dura es la soledad y por las noches es insufrible. Blanda es la falacia de cuerpos próximos, caricias y besos. Cuando la luna invade este vacío que hay a mi alrededor, caigo en la cuenta de porqué necesito tu presencia. No, no estaba Marta esa noche final. Le suponía en casa de una alumna y su marido a los que dio plantón, pues le esperaban a cenar. García Hortelano ya tenía avisado que aquellos “niños de retaguardia” tenían riesgos añadidos . Con la guerra incivil en las entrañas, y los continuos tiempos del estado de excepción que ya no pudo soportar después de haber respirado en libertad en sus salidas europeas, los Ferraté perdían su más glorioso vástago, y los que le conocían como Ferrater un amigo y animador de sus reuniones insustituible. Estos amigos que ahora cuentan que a Gabriel Ferrater le gustaba especialmente el escándalo y que aunque ligaba poco se encendía mucho, pues la suya era una sexualidad exacerbada, que pagaban las pobres meretrices a las que no pagaba. Yo no me creo que tuviese envidia de Jaime Gil ni de Carlos Barral porque la vida sí les sonreía bastante más, club informal y etílico, noctívago pero diligente al clarear los días, lejos del ático de Carlos e Ivonne (en San Elías, justo encima del pintor Tápies). Blas de Otero sin Sabina de la Cruz, Monique Lange, después mujer de Goytisolo, también noctihabitual de aquellas reuniones donde lo intelectual sobrepasaba las más altas cordilleras de la ingesta de alcohol. Si no era allí en lo alto, era en lo bajo (el sótano de Gil de Biedma) o el palacete de Salinas, el que le dio el no a Isabel, la primita de Barral, lo misma que ella se lo diera anteriormente a Ferrater. Las horas entre cóctel y cóctel literario las pasaba el alcohólico poeta devorando los libros de sus amigos, y los que llegaban a la editorial Six i Barral (en la que llegó a ser director literario). Pero entonces, pasadas las penurias exteriores, en su interior le estallaría la bomba del pasado aún sin explotar. Le había dicho poco antes a su compañera y último amor: “Marta, els llops ja m'encalcen els talons”. Y en su entierro su propia madre no podía hacerse idea del por qué: ““No sabeu com n'estava de malalt”.

EL MAR DE HIELO.

"Si el libro que leemos no nos despierta de un puñetazo en el cráneo, ¿para qué leerlo?... Un libro tiene que ser un hacha que rompa el mar de hielo que llevamos dentro." Franz Kafka.