lunes, 2 de agosto de 2010

LA MUJER ESTABA DESNUDA.

La mujer estaba desnuda.
Llegó un hombre,
descendió a su sexo.
Desde allí la llamaba a voces cóncavas,
a empozados lamentos.
Pero ella
no podía bajar
y asomada a los bordes sollozaba.

Después, la voz, más tenue
cada día,
ya se iba perdiendo en remotos vellones.

La mujer sollozaba.
Tendió grandes pañuelos
en las lámparas rotas.

Vino la noche.

Y la mujer abrió de par en par
sus inexhaustas puertas.


José Ángel Valente (1929-2000)

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