jueves, 3 de marzo de 2011

"ESTAMOS DIRIGIDOS POR IGNORANTES".

Hasta llegar a encontrarnos con Rafael Sánchez Ferlosio fue necesario un largo espacio y un ancho tiempo. Una mínima correspondencia no respondida, un saber aguardar sin fatiga. Y, al final, unas consignas muy precisas dictadas del otro lado del teléfono con voz de ogro reforzado con un ruido de vientos respiratorios, de sólidas soledades.

- Si usted viene a hablar de literatura es mejor que no nos veamos… Podemos charlar de otras cosas.

Ferlosio, a los 84 años (nació en Roma en 1927), es el escritor de mayor agudeza crítica de este tiempo de significación incierta. Su campo de intereses lo delimitan los asuntos públicos: la guerra, la política internacional, las religiones, el concepto de patria, la Historia. Es un pensador en permanente combustión que se manifiesta con poderes de prosista extraordinario. Un hombre que libera y disparata con lucidez su propia vida como inquilino de una selva complejísima de saberes y rechazos, de humores y horas desveladas. Tiene modales de lobo moderno que no busca refugio en lo indiscutible.

- ¿Lobo, moderno? No sé. Yo tengo mucho de anticuado. Soy un filósofo de campanario.

- Me refiero a esa capacidad lobuna de estar al acecho no sólo de la idea, sino de cómo dice el lenguaje las ideas…

- Mmmm… Puede estar acertado en eso del lenguaje…

Da en cada frase un golpe de Estado implacable con ese aliento profético del que odia las alabanzas y las profecías. Del que rechaza el grosero «yoyeo» que reduce a tantos autores a contratistas de sí mismos. Se mantiene alerta bajo una explosividad de pensamientos que le viajan veloces por dentro de la cabeza.

Para dar con la guarida hay que atravesar el portal. Llegar hasta una cancela acristalada y, a la izquierda, pulsar un timbre que ya no suena. Una voz se arranca de muy adentro: “Vaaaaaaaaaaa”. Rafael Sánchez Ferlosio abre con un ronroneo de cautelas y, quizá, de arrepentimientos. Ferlosio vestido de sí mismo. El viejo jersey de pico. La camisa descompuesta. La corbata de nudo volcado. Las babuchas. Todos los condimentos de la leyenda. Esa elegancia alcanzada desde las más altas cotas del desastre. Y entre las manos, un trapo de secar vasos.

- Pase, pase. Al fondo… Disculpe, porque está todo algo desordenado… Cuidado con la bicicleta… Siéntese. Ya le advertí que no hablaremos de literatura. Está claro, ¿no?… ¿Quiere una cerveza?

Y con dos cervezas trazamos una tentativa de hoja de ruta para una conversación que huye de cualquier forma de voluptuosidad, de egotismo, de ese estar cargado de razón que impulsa a algunos hombres lóbregos. Rafael Sánchez Ferlosio ha violentado el tiempo con una escritura que nace del pensar escribiendo. Dos libros de ficción -El Jarama y Alfanhuí- lo instalaron en los años 50 en la cumbre de un canon que persiste y del que se siente ferozmente ajeno. Se marchó de las buenas letras en los 60 y sin despedirse. Entró en un silencio editorial de dos décadas del que saldría con el armisticio de varios ensayos y tras una navegación obsesiva por los pliegues de la gramática. Odia la literatura. Es, como él dice, un «ex-critor».

- Yo no leo nada de literatura moderna. Y tampoco alterno nada.

En esta covacha guarda la munición de sus obsesiones. Unos cuantos volúmenes que van de Adorno a los Estudios de Historia Social. También la Biblia portestante que manejaba su padre, el escritor Rafael Sánchez Mazas: «Era un hombre muy elegante, mire qué forma de subrayar el libro», exclama. Hay cientos de cuadernos en armarios y cajas de mudanza, recortes de periódicos y revistas como Psichologies, de donde salen los asuntos que dan cuerda a su nuevo libro, sobre el carácter de feminidad e hiperfeminidad en este siglo XXI. Y por aquí arrancamos:

- ¿De dónde viene ese interés por la imagen actual de lo femenino?

- El principal argumento de lo que estoy preparando es cómo las revistas femeninas han acogido ese invento que ha traído de América, entre otros, el profesor de Psiquiatría Rojas Marcos: eso de la inteligencia emocional. Algo que supone una absoluta inmoralidad. No es más que una forma de autoayuda. Pero resulta que la gente más atenta a esas cosas es la que menos se autoayuda. Son los que se dejan dirigir por un mentor, un guía espiritual…

- Aquellos que establecen modelos de conducta artificiales.

- Todo eso se ha expandido desde una revista que se llama Psichologies. Estas publicaciones propician la existencia de personas dependientes, colgadas de sus páginas. Les dicen quiénes son, cómo son, hacen cuestionarios… Un horror. Dicen cosas como: «Aprende a canalizar la energía universal». Las infelices que leen esas revistas se encuentran cosas así y se lo creen. Y se fuerzan a ser como esos modelos que les exponen. No se cultiva sólo la feminidad, sino la hiperfeminidad.

- ¿No hay algo de exhibicionismo de la intimidad?

- Pero es que la intimidad es un concepto inventado. Esas revistas crean personalidades totalmente ficticias, que no responden a ningún ser concreto. Es una trampa. Mire lo que dice este otro recorte: «Creemos comer alimentos, pero comemos emociones». ¿Cómo se puede decir que comemos emociones? Eso es como lo de la magdalena de Proust.

- Así son los nuevos modelos de cultura de masas…

- Pero es que la cultura es un mecanismo de control social desde que los romanos inventaron lo de pan y circo. Aquí en España los toros es lo que más nos ha cundido en eso que llamo los «espectáculos de estadio»; o de anfiteatro, en este caso. Tengo un escrito muy largo contra los toros. ¿Cuándo la moralidad o inmoralidad ha sido un criterio cultural?

Ferlosio toma una tijera de palmo y medio y se repasa la uña del dedo índice de la derecha. Esta manicura de urgencia no rompe el ritmo de liebre que ha adquirido la conversación. Entre respuesta y pregunta deja pasar unos segundos. El rostro es entonces de lechuza inapresable. La cabellera disparada, las cejas en punta como de haber soportado muchas descargas de un pensamiento que va a 220 voltios. Jamás hay una conclusión extraída de un lugar común. Todo suena inédito porque viene adobado de saberes remotos, de argumentos que tienen su origen en una erudición dispersa y entra directamente en conflicto contra el todo.

- En sus textos y su vida se manifiesta el rastro de una libertad bien asumida.

- ¿Libertad? La libertad no existe. Es uno mismo el que se da la ley. Libre quiere decir muy poco.

- ¿Cuáles diría que son sus autores de referencia?

- Estoy influido por determinados escritores como Max Weber, Theodor W. Adorno, Karl Bühler… Somos el cruce de unas influencias que a veces se combinan bien y otras no.

- ¿Y literariamente, hay alguien?

- Kafka, aunque lo que he escrito literariamente no se parece en nada.

- Después de treinta años ajeno a la literatura publicó el El Testimonio de Yarfoz, donde propone la cartografía de una civilización inventada…

- Bueno, tengo muchísimo escrito sobre ella, sobre las guerras barcialeas, pero eso no está preparado para ser leído… Y dejemos la literatura, ¿eh?, que puede ser peligroso.

Ataja de inmediato cualquier intento de hurgar en ficciones. Hace mucho que rechazó esa parte de su obra. De 1957 al 72 se dedicó por entero a la gramática y al consumo de dexidrina [así, en todos los casos] spansul. De aquello quedaron centenares de textos. Algunos reunidos en libros como Glosas castellanas y Guapo y sus isótopos. «A mí la gramática me interesa muchísimo. Estaba muy picado. El prólogo de la Gramática de Salvá refleja esa obsesión mía. Ahí dice: ‘Tantas especies se me vienen a la cabeza…’. Miedo me da que me saquen alguna cosa… ¡Es tanta la pasión que le tengo! ».

- ¿Y cuál era la búsqueda?

- El principal objeto gramatical que contemplaba era el verbo. Era cuando consumía anfetaminas.

- ¿Ayudaban?

- Eran los estimulantes que me hacían funcionar. Son muy querenciosos a la soledad. La dexidrina me hacía sensible a las relaciones formales de la gramática. Pasaba tres días consumiendo, sin parar de estudiar y escribir, siempre con luz artificial. Luego descansaba, dormía unas 18 horas, con uno o dos despertares para comer algo. Aquellas bajadas eran maravillosas… Después iba con mi hija dos o tres días seguidos a los parques y museos… Y vuelta a empezar. Nunca me lo he pasado mejor que en aquel tiempo. Pero en los años 80, los socialistas prohibieron la dexidrina. Eso me fastidió muchísimo. Probé el Katovit, la Coca-Cola. Y nada funcionó igual.

Un día, muy puestos de anfetas, Ferlosio y Agustín García Calvo vieron en las manchas de humedad de una tapia de Sevilla un descendimiento de Cristo. Tal era el colocón. Más o menos como ahora, sin brújula entre las palabras.

- ¿La escasa capacidad crítica de la sociedad y la política no ha creado un perverso síntoma de tutela social?

- Eso sucede cuando se está dirigido por ignorantes. Los tutores pertenecen al capitalismo, a la economía de mercado. Fíjese cómo ha disminuido la influencia del Estado. Y eso que éste ha aumentado su importancia. Mire los países del mundo que están sublevados… Sin embargo, España es uno de los lugares más inocentes y pacientes que existen. La prueba está en los sindicatos. ¡La clase obrera ha vuelto a aquello que decía Marx del «ejército de reserva»! Ellos son los primeros perjudicados si se deshace la economía de mercado. Han aceptado claudicar.

- ¿Lo entiende?

- Sí, porque no hay otra alternativa si no es destruyendo lo ya hecho. El cambio ya no es posible al modo súbito de las revoluciones, sino que debe hacerse poco a poco. El problema es quién te ayuda si hoy lo que se impone es el crecimiento, la productividad, la competitividad. Yo lo veo todo como sublevado, pero en verdad está anulado.

- ¿Sigue odiando España?

- Claro, como todo ciudadano debe odiar su país. Y ahora también odio Italia, porque me es cercana. Mi madre era italiana. Los italianos son ya más odiables que los españoles. Lo son desde que la opinión pública se ha puesto a favor de Berlusconi. Tiene más éxito aún cuando ha sido denunciado. Les sucede a los italianos como a los catalanes, que el puterío no les escandaliza.

- ¿A los catalanes?

- He leído en los periódicos que ahora presumen de ser la capital de la pornografía…

- ¿Sigue siendo la prensa su único nutriente?

- La prensa y los libros. Y en los libros repasando, más que leyendo cosas nuevas. La prensa está totalmente corrompida, como la política. Ya no tiene futuro. No es más que un concurso de amiguetes. Están todos viciados. Los políticos esperando instrucciones de la prensa y viceversa. Además, se saludan sin problemas entre los más opuestos. Ya no hay diferencia entre amistad y enemistad.

En la covacha nos ampara un foco de mucha luz. Ferlosio ha pasado al vino y sigue detonando sospechas e impresiones que impactan contra la versión más lacia de este mundo rebajado a los desagües del deporte, la publicidad y la televisión. Esos son tres más de sus frentes de batalla. Ahí quedan libros como Non olet, donde el escritor percute intuiciones sin vacilar. Y observa con recelo instintivo la realidad como un elemento de falsificación sistemática.

- Esto ya no va a durar mucho más. Es cuestión de poco tiempo.

- ¿A qué se refiere?

- El mundo no va a sobrevivir. Se acaba en pocos años. El capitalismo lo destruye todo por dentro y por fuera. El final no vendrá por una guerra, sino por una catástrofe económico/ecológica. No veo mejores posibilidades.

- ¿Qué es para usted lo sagrado?

- En este país lo sagrado es Ortega y Gasset, que no me interesa nada, y el fútbol, que como todo deporte es una actividad sin contenido. El único objetivo es la redundancia de la victoria como fin en sí mismo.

- ¿Y la Iglesia?

- Su problema más grave es la desesperación porque no tiene vocaciones. Pero lo peor es que sus obispos son afásicos, no dicen nada. No les importa el cristianismo, sino la superioridad de la Iglesia, que se ha episcopalizado muchísimo… Yo la fe no la entiendo.

- ¿La católica?

- Ni la católica, ni la musulmana, que además está limitada por el Corán, donde se plantea una recesión terrible. Al final todo se reduce a una cosa de símbolos. Por ejemplo, esas polémicas sobre el crucifijo es de tiquismiquis. Hay en España una pasión por darse por ofendidos. Es la manía del victimato. Este país ni es laico ni es nada. Santo Tomás de Aquino es el primero que establece la separación entre Estado e Iglesia en la Summa Teológica… Pero lo que no entiendo es a ese Dios sediento de alabanzas. Es repugnante.

- Sin embargo, usted no es ateo.

- No. Los ateos me parecen ridículos. No creer en la existencia es un ejemplo de opinión fáctica porque son creyentes en la inexistencia. La cuestión de la existencia o no de Dios es, de hecho, un asunto sin importancia. Aunque decir que no me importa la existencia de Dios es una boutade, claro. Es un honor el que le hago creyendo que no existe, porque semejante bicho… Lo importante es la bondad o maldad de Dios.

- ¿Y en qué lado lo sitúa?

- Destaca en la maldad…

- Si no cree, ni es agnóstico, ni ateo, ¿dónde está?

- Soy un renegado. Me olvido de él para que él se olvide de mí…

Ferlosio se alisa la melena de sabio tronado con las palmas de las manos. Ese gesto le da una expresión luciferina e inquisitiva. Pero su desobediencia está curtida de una ironía rebelde y un manejo preciso de referencias cultísimas que le otorgan un calambre de seducción excéntrica y excepcional.

- ¿Por qué hay miedo a decir las cosas? ¿Por qué tanta autocensura?

- Sobre todo cuando se habla de judíos o de mujeres. Qué miedo se tiene hoy por decir algo contrario a lo femenino o la feminidad… Aunque yo soy partidario de la censura.

- ¿?

- Sí, sí. Censura contra los programas de telebasura y contra la publicidad dirigida a los niños, ésa que cultiva en la infancia la comparación social. Es repugnante. Y también quitaría las fotografías de la publicidad. ¡Dibujos! ¡Sólo dibujos! Hay que ver lo que ha hecho la fotografía en favor de la pornografía…

A estas horas Ferlosio ha alcanzado el punto exacto de ebullición. La conversación va como un barco ebrio. Pero eso no oculta una extraña verdad: Ferlosio es el mejor poeta joven de varias generaciones juntas. El más feroz o esencial. Aquel que no canjea enigma por magia. Un especimen alérgico al narcisismo cuya disposición mental desborda las pretensiones de tanto listillo pálido y demacrado del río de las letras. Sabe que nadie sirve a otro porque sí. De ahí esos silencios suyos desconcertantes para todos. De ahí la lucidez deslumbradora, esa escritura impulsada por destellos líricos, por respiraciones barrocas, dispuesta a la polémica. A la dentellada.

- ¿Se considera un autor radical?

- No lo creo. Yo soy muy bueno, no quiero nunca ser extremo. No me gusta exagerar… ¿Vamos a tomar una cerveza?

Y abandonamos el camarote con la noche encima. Ferlosio, licántropo y apoyado en la garrota gorda como un rifle, arrastra por la acera un rumor de palabras: leña vieja para fuegos nuevos. Vivísimas luces de costa, porque Vendrán más años malos y nos harán más ciegos.


Entrevista a Rafael Sánchez Ferlosio en El Mundo, 27 de febrero de 2011.

No hay comentarios: