sábado, 16 de agosto de 2008

JARDÍN DE FLORES CURIOSAS (X).

El mismo año que fue nombrado Virrey de Cataluña (1539), Francisco de Borja recibió la misión de conducir a la sepultura real de Granada los restos mortales de la emperatriz Isabel. Él la había visto muchas veces rodeada de aduladores y de todas las riquezas de la corte. Al abrir el ataúd para reconocer el cuerpo, la cara de la difunta estaba ya en proceso de descomposición. Francisco entonces tomó su famosa resolución: «¡No servir jamás a señor que se me pueda morir!"». Comprendió profundamente la caducidad de la vida.

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