martes, 30 de junio de 2009

CARTA CON RESPUESTA.

Quien definió la religión como opio del pueblo no andaba muy descaminado. Las personas que rezan, sufren beneficios neurológicos gracias a las modificaciones en sus conexiones neuronales. Los efectos de la práctica religiosa coherente son altamente positivos y éste es el factor preeminente para aumentar la calidad de vida de las personas. No es difícil concluir que, quienes arrinconan a Dios o a su Iglesia de las culturas e ideologías presentes en el mundo, se erigen en enemigos del bienestar humano. Dios nos creó y conoce a la perfección cuánta necesidad tenemos de él para vivir en una felicidad acorde con nuestra naturaleza, elevada por él hasta la divinidad. Necesidad también de pedirle perdón para dar cauce, en nuestra conciencia, a todo lo que nos angustie y aprisione.
EVA CATALÁN. BARCELONA

¿Dice usted que “no es difícil concluir” eso? A mí me parece francamente difícil, salvo avería en el piso alto, porque no veo la menor conexión lógica. El tabaco (o las drogas) también tiene probados efectos neurológicos, hasta el punto de que se recomiendan para algunas enfermedades. ¿Es fácil concluir entonces que quienes no fuman o no se drogan “se erigen en enemigos del bienestar humano”? ¿O el efecto de la oración es precisamente modificar las conexiones neuronales hasta que uno acabe sacando con facilidad semejantes conclusiones? Fascinante. ¡Y encima es droga legal!
Como decía Barthes, es el lenguaje el que nos habla. Los católicos, dice usted, “sufren beneficios”. Sufrir beneficios me parece una brillante definición unamuniana del espíritu religioso y sado-masoquista. Por mi parte, prefiero disfrutar los beneficios: el sufrimiento se lo dejo a ustedes. ¡Si yo disfruto hasta de lo que me perjudica, imagínese!
Por último, si tanto lo necesita, pida perdón, que usted sabrá por qué. Yo a Dios no le concedo el más mínimo derecho a darse por ofendido. Sin embargo, si Dios quiere pedirme perdón a mí (y sobran motivos), estoy dispuesto a concedérselo. En mi pueblo somos así: generosos. Es más, si pide perdón, que se pida también don Dios lo que quiera en la barra y que lo apunten en mi cuenta.


Rafael Reig, Público, 29 de junio de 2009.

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