"Humiliter se subiecti. Se ha sometido humildemente. Esta era la fórmula de sometimiento de los censurados por Roma. Persiste. El Vaticano II suprimió en 1965 el Santo Oficio de la Inquisición, pero ha resurgido con fuerza, ahora con el nombre de Congregación para la Doctrina de la Fe. También hay un latinajo para enunciar la nueva intransigencia. "Roma locuta, causa finita". Una vez que Roma se ha pronunciado, el asunto queda zanjado. Es difícil encontrar otra institución que trate de modo tan desdeñoso a quienes defienden otros puntos de vista en sus filas.
El Vaticano II proclamó que se habían acabado los métodos del Santo Oficio -crueles, muchas veces criminales, con decenas de miles de personas quemadas vivas o asesinadas por otros medios-, ante el escándalo de que tres de los principales papas del pasado siglo hubiesen sido molestados por el inquisidor de turno como sospechosos de herejía o desviaciones pastorales. Fueron Benedicto XV, Juan XXIII y Pablo VI. Grandes teólogos del famoso concilio también sufrieron lo indecible en las garras del Santo Oficio. Décadas más tarde, observaron con estupor que uno de los mejores peritos del Vaticano II, el alemán Joseph Ratzinger, iba a resucitar algunas de las prácticas inquisitoriales repudiadas en 1965."
Juan G. bedoya, El País, 4 de enero de 2011.
martes, 4 de enero de 2011
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