domingo, 15 de junio de 2008

BUENO Y LA DEMOCRACIA.

Realmente, la crítica de Bueno parte del sentido etimológico (en tanto gobierno de todos) que suele darse al término, inviable desde sus coordenadas. La organización siempre la ejerce una parte del todo, por lo tanto la clave de la democracia habrá que ponerse en otro lugar, lo que por otra parte está comúnmente admitido: en el consenso según el cual se acepta que el principio de la mayoría se entiende como el gobierno de todos. La paradoja que inmediatamente denuncia Bueno es que aunque los acuerdos siempre implican un consenso, la reciproca no es cierta, por lo que ya tendríamos una primera inconsistencia de la idea. Su crítica pasa entonces a mayores, tildando de fundamentalistas todas las concepciones que presuponen que la democracia es la primera forma o bien la forma definitiva de gobierno, y se mueven en la constelación de ideas que gravitan en torno a la ideología del Estado de derecho descrita, como idea constitutiva del Estado. Frente a los discursos metafísicos, Bueno ofrece un tratamiento histórico de la democracia que encuentra su clave en el gradual establecimiento de la libertad de elección, paralela a la organización de sociedades de mercado. Aquí es cuando cabe ver en Bueno un teórico de la democracia próximo a Schumpeter o Lipset. Pero también de quienes entienden la democracia al modo de una poliarquía, tal y como la esbozó Robert Dahl (cargos electivos para controlar las decisiones políticas, elecciones libres y periódicas, sufragio universal, posibilidad de ocupar cargos públicos en el gobierno, libertad de expresión).

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