
A tal gozo corresponde un deber: el de la conservación y defensa de ese tesoro. Ha sido entendido de muy diferentes maneras en los diversos tiempos y lugares. Las mutaciones políticas han traído muchas veces como consecuencia que, por ejemplo, en los Estados totalitarios se haya querido imponer una defensa del idioma tajante, rigurosa (¡sobre todo, nada de extranjerismos!): es una política que a la postre ha fracasado siempre y aun ha producido violentas reacciones. Gran equivocación es ignorar que en la vida de las lenguas hay dos elementos esenciales y contrapuestos: La tradición y la innovación. Los dos son necesarios. La innovación sólo deja de existir en lenguas como el latín y el griego, es decir, lenguas muertas. Toda defensa de una lengua (me refiero, claro está, a las de cultura) tendrá que ser amplia comprensión, liberal, atenta a la evolución de una realidad idiomática, procurando conducirla, buscarle cauces razonables y sin querer oponerse frontalmente a ella, que sería tanto como querer atajar un poderoso río."
Dámaso Alonso (1898-1990)
No hay comentarios:
Publicar un comentario