martes, 3 de junio de 2008

UN PODEROSO RÍO.

"[...] Nuestra lengua, la que hablamos a diario con un valor práctico, es también el noble material de la literatura. Nobilísimo material. Comparad las demás artes, qué deleznable, qué pobre el material de la pintura y aun de la escultura; sólo el de la música adquiere quizá un cierto sentido, un valor más alto por su calidad aérea. Pero la máxima riqueza y nobleza de la palabra es que en ella el sonido o su imagen acústica a través de la representación gráfica, lleva en su interior, como el hueso esencial de la fruta, el concepto. Maravilla práctica, tesoro de la mina literaria nuestra lengua y todas las lenguas de cultura. Todas en un nivel aproximadamente igual. Porque la nuestra, el español, es, sin duda, superior en algunos aspectos, por ejemplo, al francés o al inglés; pero en otros es evidentemente inferior a esas mismas lenguas. El orgullo de nuestra lengua tiene que ser sólo una parte de un entusiasmo general que todos los hombres del mundo debemos sentir: la exaltación del don divino de la palabra humana.
A tal gozo corresponde un deber: el de la conservación y defensa de ese tesoro. Ha sido entendido de muy diferentes maneras en los diversos tiempos y lugares. Las mutaciones políticas han traído muchas veces como consecuencia que, por ejemplo, en los Estados totalitarios se haya querido imponer una defensa del idioma tajante, rigurosa (¡sobre todo, nada de extranjerismos!): es una política que a la postre ha fracasado siempre y aun ha producido violentas reacciones. Gran equivocación es ignorar que en la vida de las lenguas hay dos elementos esenciales y contrapuestos: La tradición y la innovación. Los dos son necesarios. La innovación sólo deja de existir en lenguas como el latín y el griego, es decir, lenguas muertas. Toda defensa de una lengua (me refiero, claro está, a las de cultura) tendrá que ser amplia comprensión, liberal, atenta a la evolución de una realidad idiomática, procurando conducirla, buscarle cauces razonables y sin querer oponerse frontalmente a ella, que sería tanto como querer atajar un poderoso río."

Dámaso Alonso (1898-1990)

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