
"La máxima del amor propio (la prudencia) aconseja solamente; la ley de la moralidad obliga. [...] Aquel que ha
perdido en el juego puede
aflijirse por su imprudencia; pero el que tiene conciencia de haber
engañado en el juego a su contrario (aunque haya ganado por este medio) debe
menospreciarse, cuando se juzga bajo el punto de vista de la ley moral. Esta ley debe, pues, ser una cosa completamente distinta del pricipio de bienestar personal. Porque, para poder decirse a sí mismo: soy un
miserable, aunque he llenado mi bolsa, es preciso otro criterio que para felicitarse o decirse: soy un hombre
prudente, porque he aumentado mi caudal. Hay, en fin, algo aún en la idea de nuestra razón práctica que acompaña a la transgresión de una ley moral: el
demérito."
Immanuel Kant (1724-1804).
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