viernes, 25 de julio de 2008

CIUDADANÍA.

En este país tenemos la desgracia de padecer una derecha pre-civilizada, pre-moderna, pre-ilustrada, dirigida por los sectores más reaccionarios de la Iglesia Católica, una Iglesia a la que sólo hemos visto movilizarse en contra de los derechos de los homosexuales, de los derechos de las mujeres y, en general, en contra de todo lo que les suene a Derecho. En estas condiciones, tampoco es demasiado sorprendente una furiosa reacción de la Conferencia Episcopal contra cualquier propuesta que incorpore, aunque sólo sea en el título, la palabra “Ciudadanía”. Es como si la mera palabra les produjera una especie de reacción alérgica letal, algo así como la luz del sol al Conde Drácula. Es decir, en un país como éste, en el que la jerarquía de la Iglesia pierde los papeles cada vez que siente amenazada una micra de su poder político, es normal que reaccionen con esa virulencia contra una asignatura que pretende transmitir unos valores distintos a los que inculcan ellos (financiados de un modo aberrante con fondos públicos) en la asignatura de Religión.

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