Por aquella casa fueron pasando vecinos, amigos, mujeres. Una que conocí en una boda vino a cuidarme de un catarro; se metió en la cama conmigo y con una botella de
Veuve Clicquot. Mucho más efectivo que el Frenadol. Como soy así y no tengo arreglo, aún conservo el tapón de esa botella. Con los ojos cerrados, si aprieto la lengua contra el paladar, todavía recuerdo su sabor. También el del
champagne, sí, aunque con mucho más esfuerzo.
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